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Carta abierta a D. Juan Ignacio Lema Devesa, Presidente de AENA, de un controlador

Estimado Sr. Lema: Yo no le conozco. Pero sé que dirige Aena, lo cual debe ser una difícil empresa. Por ello me merece el máximo respeto. Le pido que acepte mi atrevimiento de dirigirme directamente a usted como Presidente de nuestra empresa y persona cercana al Ministro de Fomento. Usted a mí tampoco me conoce.

Mi nombre es S. Soy controlador de tráfico aéreo. Llevo unos trece años en la profesión. Comencé en la torre de San Sebastián y actualmente trabajo en el Área Terminal de Madrid. Ignoro cuánto sabe usted de nuestra situación actual. Es posible que algunas cosas que debería saber se pierdan en la cadena de comunicación. Por ello le ruego que lea esta carta hasta el final. Creo que su contenido es importante para usted y para Aena. Considero que hay muchas cuestiones de la gestión de la empresa que podrían mejorar, sobre todo cuando se nos ha acusado a los controladores de ser los principales malhechores en la triste situación económica de Aena, cosa de la cual discrepo.

Recientemente, Sr. Lema, nos ha acusado de hacer huelga encubierta en repetidas ocasiones a lo largo de los últimos años. ¿A qué llama usted hacer huelga encubierta? Quizá se refiera a no venir a hacer horas extraordinarias, que son por su propia naturaleza voluntarias para el trabajador. Comprenda que tenemos vidas familiares, que nuestros niños libran del colegio los fines de semana, y que nuestra cena de Nochebuena o nuestra comida de Año Nuevo es tan importante para nosotros como para usted. Ya es mala suerte tener que acudir al servir al tráfico aéreo cuando así lo tenemos programado, a diferencia de otros muchos trabajadores, incluido usted. Permítanos que no acudamos voluntariamente. Si con huelga encubierta se refiere a que trabajamos «a reglamento», sepa que es como se debe trabajar, pues así lo dictan las normas. Y si, finalmente, quiere decir que simulamos la enfermedad, le recuerdo que la última sentencia judicial al respecto demuestra no sólo lo contrario, sino que además la gestión de programaciones de recursos humanos es incorrecta. Añado que la simulación de enfermedad está recogida en nuestro convenio como falta grave, y como tal debería castigarse de haber conocimiento.

También ha difamado a los controladores al dar a conocer, junto al Ministro de Fomento, datos de nuestros salarios y productividad. No somos los menos productivos de Europa, por mucho que usted se empeñe. Los datos que Aena proporciona a Eurocontrol para calcular la productividad son parciales y falsos. No son comparables a los de muchos competidores vecinos.

En cuanto a los salarios, sepa que yo no oculto que gané en 2007 y 2008 mucho dinero. Legítimamente. ¿Por qué no publican las cifras verdaderas de 2009? No le voy a negar que la paga fue antes excepcionalmente buena. Sí le niego que me lo haya atribuido sólo, o que lo haya robado; que haya habido alguna especie de confabulación o presión de mis compañeros para que se me pagara. Mi retribución procede de que ese año trabajé mucho. Muchísimo. Porque Aena, y por extensión, los ciudadanos a los que nuestra empresa sirve, lo necesitaban, o así me lo hicieron creer. Esos años hubo un buen volumen de tráfico aéreo y además hubo que preparar controladores para el área terminal y sus nuevos procedimientos, además de nuevos sectores de ruta. Eso exigió la formación de muchos controladores. Lo cual a su vez obliga al empleo de horas extraordinarias cuando la plantilla no está sobrada. Yo hice unos cuantos servicios de ampliación de actividad laboral y otros cuantos de horas extras. Durante el año libré muy poco. Aena no sólo me llamaba para que hiciera esas horas, sino que condicionaba el cobro de las horas extraordinarias a que las enlazara con otro tipo de servicios. Fué un acuerdo voluntario y muy productivo entonces para Aena tanto como para nosotros. ¿Por qué acusarnos ahora? Usted sabe, además, que si yo no hubiera trabajado esas horas adicionales se me hubiera dicho que estaba haciendo huelga encubierta o estaba secuestrando a los ciudadanos o quién sabe qué otras lindezas. Al haberlas hecho, ante la opinión pública se me hace quedar, ahora, como una especie de pirata que robaba al erario público un dinero que no me correspondía. Usted sabe que ambas cosas son falsas, que atentan contra mi dignidad, y creo que, como cabeza visible de su empresa, debería usted, en defensa de sus trabajadores, proclamarlo así en los medios de comunicación.

Recientemente se nos ha «regulado» mediante un Real Decreto Ley, contra el que usted no se ha pronunciado, y que acatamos, como ya queda constatado. Pero que se está aplicando mal. No se nos respeta el descanso del 25% que se reconoce en el Decreto. Se nos hace trabajar más de dos horas consecutivas delante de la pantalla radar. De hecho, a veces llegan a ser tres. En tres horas pueden pasar por mis manos unas veinte mil vidas humanas. Cada avión, cada puntito en el radar, exige que yo compruebe su velocidad, su rumbo, su altitud, la incidencia del viento de la zona, y ajustar todos esos parámetros, a veces en español y a veces en un inglés más o menos ortodoxo, para encajarlo entre los aviones que lo circundan y evitar que se produzcan incidentes entre ellos en un espacio muy reducido. Permítame la inmodestia: esto los controladores lo hacemos muy bien. Para eso fuimos seleccionados como el mejor candidato de cada cincuenta, hemos estado casi dos años en la escuela de control, casi otro de entrenamiento local y luego muchos años de trabajo en la frecuencia hasta llegar a hacerlo eficientemente. Después de una hora de trabajo continuado empieza a aparecer la fatiga. Dos horas es mucho aguantar. Tres horas seguidas delante de la pantalla del radar es una temeridad. Puede ser bueno en términos de coste-beneficio, pero es un atentado palmario contra la Seguridad Aérea. Las 1750 (o 1670) horas anuales son otra barbaridad. Nuestros vecinos no las hacen. No caben en el Estatuto de los Trabajadores -como el mismo RDL reconoce-. El hecho de que algunos controladores, temporalmente, de forma voluntaria, optaran durante un año o dos por entregar su vida a Aena para, por una parte cubrir las necesidades de la empresa, y por otra, sí, hinchar la cuenta corriente, no es una carta blanca para que la empresa piense que la vida de sus trabajadores le pertenece. Hubo muchos compañeros que hicieron 1200 o 1300 horas. Otros que no se consideran capacitados para hacer lo ahora mandado. Y otros, en fin, que se ofrecieron entonces y ahora prefieren tener alguna suerte de vida familiar. Usted les debe parte de esa vida al habérsela hurtado.

En cuanto a la LER, estamos en las mismas. No es un capricho que los controladores puedan retirarse anticipadamente. (Sabe usted que los que lo podían hacer con 52 -siempre con 30 años de servicio- se «acaban» este año). Los reflejos necesarios para este trabajo se van perdiendo, a diferentes edades según cada persona. Llega una edad en la que es difícil seguir ejerciendo la profesión con garantías. Entonces debe uno retirarse pacíficamente. Nadie mejor que uno mismo para saber cómo y cuándo llega ese momento. Pero está bien que haya un departamento que contribuya a tomar esa decisión, nunca fácil.

Lo que no es admisible es este desbarajuste de normas: un día no se puede retirar nadie hasta la edad de 65 años y, no pasado un mes, sale otra norma especificando que todos deben retirarse inexcusablemente a los 57. ¿No podríamos ser más sensatos? Los controladores veteranos son un capital humano inestimable. Permítales seguir trabajando si demuestran tener capacidad y voluntad para ello. Y retirarse conservando una remuneración merecida si pierden esa capacidad. Pero con amenazas del tipo de que se les ofrecerá cualquier otro puesto de trabajo remunerándoles conforme a él, sólo conseguirán que continúen trabajando controladores que carecen de las condiciones apropiadas. Y esto, también, atenta contra la Seguridad Aérea.

Hace poco se volvieron a cambiar las normas de operación de Barajas. Es este un sector dinámico como usted sabe. Se firmaron unas nuevas condiciones de transferencia de los aviones entre una dependencia y otra, y por ello, su conocimiento y aplicación por parte de los controladores es fundamental. Le informo aquí de que aún no se nos ha notificado oficialmente la existencia de esa Carta; mucho menos se ha repartido, y hablar de formación teórica o práctica es practicar la fantasía imaginativa. Y lo peor es que éste es sólo un ejemplo. A los controladores se nos ha hurtado la formación continua y la formación puntual, se atenta contra nuestra capacitación profesional y nuestra dignidad. Cuando se han notificado modificaciones operativas ha sido fuera de plazo, y sin los estudios necesarios. En fin, un panorama muy sombrío que demuestra que la gestión de Aena es, en este campo, nefasta.

No se respetan siempre los límites de capacidad de los sectores. La Seguridad sólo puede garantizarse cuando se introduce en un espacio lo que en él cabe. Si se supera, se juega muy peligrosamente, con potencial resultado desastroso. Como verá, son muchas cuestiones las que surgen, y de ninguna manera es exhaustiva esta carta. Todas las que han aparecido aquí hasta ahora han sido comentadas a mis compañeros de gestión. Deben ser asuntos que no preocupan a Aena porque aún no he recibido respuesta alguna. Lo cual, dicho sea de paso, es otra afrenta a mi dignidad profesional.

Ante este cúmulo de atentados contra derechos y dignidad del trabajador, muchos, incluido yo mismo, nos hemos planteado la posibilidad de irnos a trabajar fuera, donde faltan muchos controladores. Después de solicitadas, no se nos entrega ni nuestra Licencia Comunitaria, ni nuestro historial laboral, que son nuestros.

Pero lo más grave, a mi entender, son los que llamamos servicios «exprés». Que de un día para otro te obliguen a trabajar en tu día libre, bajo la premisa de la obligatoriedad del proveedor de asegurar la fluidez del tráfico, y la amenaza de, si no cumples, aplicarte el despido disciplinario, es asemejar nuestra condición a la esclavitud. Da igual que en tu día libre tuvieras un examen, entradas para ir al cine con los niños, o intención de visitar a la abuela enferma. Incluso te pueden pisar impunemente tu primer día de vacaciones. Y no tienes posibilidad de reorganizar el día porque puedes llegar a tener sólo tres o cuatro días libres al mes. Todo ello por la ineptitud de unos gestores que no han sido capaces ni de prever ni de formar ni de programar el personal necesario con la debida antelación.

Desde que vivimos inmersos en este panorama, he observado que el ambiente de la sala de Control no favorece el estado mental necesario para trabajar. Ha habido un incremento de enfermedades relacionadas con el estrés. Hay compañeros que, sabiendo que no están en condiciones, no se atreven a pedir la baja por miedo al despido. También he visto un aumento preocupante del número de incidentes de tráfico aéreo. Puede entenderse que hubiera que optimizar la gestión de la empresa. Pero no pasando, como lo hacen, como una apisonadora encima de unos trabajadores que tienen un excelente concepto de la profesión que ejercen y que, no lo olvidemos, garantizan -siempre y cuando así se les permita- la Seguridad de quienes viajan en avión.

En fin, Sr Lema, insisto en mostrarle mi respeto por la difícil tarea que tiene encomendada. Ahora me conoce usted, en lo profesional, a mí. Respéteme también. Gracias. Un saludo.

Simón A. Rance Hayes

APROXIMADOR, CENTRO DE CONTROL MADRID TORREJÓN

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