Controladores aéreos,  Portada

Controladores: El juego de la desinformación

Por Jesús Corral Torres*

20 de abril de 2010.

El senador Marcos Hernández afirmaba en este periódico, el pasado 16 de abril, que los controladores tan sólo realizaban una media de 18 horas semanales de trabajo, incluidos los descansos. Tal afirmación merece la reprobación del colectivo de controladores aéreos. Podríamos utilizar adjetivos más duros pero vamos a quedarnos en una llamada de atención al Senador. Decir, como al parecer se ha dicho, que trabajamos 18 horas semanales, que si hacen la cuenta supone no alcanzar ni las 900 en el año, no es cierto y, si me apuran, es imposible. Otro senador socialista, José Luis Gordo, también lo dijo ese mismo día en una cadena de radio colombiana.

Para nuestra desgracia, fue el Ministro de Fomento el que se hartó de decir que este colectivo trabajó durante 2009 una media de 1.800 horas anuales que, repartidas entre las 46 semanas laborales -según el convenio modificado por la Ley- suponen una media de más de 39 horas semanales. La explicación del Ministro se desprende de las 1.200 horas anuales que fija nuestro convenio y las 600 que de media había hecho cada controlador. Por eso, según el Sr. Blanco, ganamos un sueldo absolutamente desproporcionado. Naturalmente, siempre ha omitido que eran fruto de acuerdos con la empresa.

Pero la cosa no acaba aquí. Como hay que desvirtuar esos acuerdos, el Presidente de AENA no ha dejado de «recordar» que esos acuerdos eran fruto de la presión del colectivo. “Presión por medio de huelgas encubiertas».

Las huelgas encubiertas, que sepamos, traen como consecuencia demoras. España, según publica la CODA (Central Office for Delay Analysis) en su último informe anual, tiene casi la mitad de las que registra Alemania. ¿Cómo es posible que Alemania tenga casi el doble de demoras que España si los controladores españoles «siempre están en huelga”?

Desde USCA afirmamos que el colectivo de controladores aéreos ha garantizado siempre un servicio seguro, ordenado y rápido hasta donde llegan las responsabilidades de las personas que integramos el colectivo de controladores. Y, desde luego, vamos a contestar a todas y cada de las inexactitudes que se trasladan a la opinión pública, así como a todas las preguntas, incluidas las de sus señorías los senadores que, como representantes soberanos de los ciudadanos, no nos han hecho. Lo que deseamos es que la opinión pública conozca la verdad de lo que hay detrás de las medidas que condenan a un colectivo de trabajadores, a ser objetivo de ese poder.

*Jesús Corral Torres, Secretario de Organización de la Unión Sindical de Controladores Aéreos (USCA)

http://www.lavozdelanzarote.com/article38732.html

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http://es.wikipedia.org/wiki/Desinformaci%C3%B3n

Desinformación

De Wikipedia, la enciclopedia libre

Desinformación es el acto de silenciar o manipular la verdad, habitualmente en los medios de comunicación de masas.

Procedimientos

Por parte de la publicidad pública de un régimen político o de la publicidad privada o por medio de engaños o bulos (en inglés, hoaxes), «filtraciones» interesadas o rumores, «sondeos», estadísticas o estudios presuntamente científicos e imparciales, pero pagados por empresas o corporaciones económicas interesadas, uso de «globos sonda» o afirmaciones no autorizadas para inspeccionar los argumentos adversos que pueda suscitar una medida y anticipar respuestas y uso de medios no independientes o financiados en parte por quien divulga la noticia o con periodistas sin contrato fijo.

La desinformación se sirve de diversos procedimientos retóricos como demonización, esoterismo, presuposición, uso de falacias, mentira, omisión, sobreinformación, descontextualización, negativismo, generalización, especificación, analogía, metáfora, eufemismo, desorganización del contenido, uso del adjetivo disuasivo, reserva de la última palabra u ordenación envolvente que ejerce la información preconizada sobre la opuesta (orden nestoriano).

La demonización o satanización consiste en identificar la opinión contraria con el mal, de forma que la propia opinión quede ennoblecida o glorificada. Hablar del vecino como de un demonio nos convierte a nosotros en ángeles y las “guerras santas” siempre serán menos injustas que las guerras, a secas. Se trata ante todo de convencer con sentimientos y no con razones a la gente habitualmente la mayoría. Habitualmente se emplea en defensa de intereses económicos; cuando se demoniza Internet llamándolo cuna de pederastas y piratas, encubriendo la intención económica a que obedece ese punto de vista aparentemente bienintencionado de regularlo y que pierda su gratuidad y generosidad.

Algunas palabras y expresiones no admiten réplica ni razonamiento lógico: son los llamados adjetivos disuasivos, contundentes y negativistas que obligan a someterse a ellas y excluyen el matiz y cualquier forma de trámite inteligente. Su contundencia emocional, el pathos emotivo del mensaje, eclipsa toda posible duda o ignorancia, principios de cualquier forma razonable de pensamiento: la constitución o la integración europea es irreversible.

La misma aplicación tienen los adjetivos incuestionable, inquebrantable, inasequible, insoslayable, indeclinable y consustancial. Su maximalismo sirve para remachar cualquier discurso y crear una atmósfera irrespirable de monología. Además, según Noam Chomsky, muchas de estas palabras suelen atraer otros elementos en cadena formando lexías: adhesión inquebrantable, inasequible al desaliento (incorrecto ya que inasequible significa inalcanzable, inconseguible), deber insoslayable, turbios manejos, legítimas aspiraciones, absolutamente imprescindible. Lexías redundantes como totalmente lleno o absolutamente indiscutible, inaceptable o inadmisible.

Un tipo particular de desinformación es la contrainformación estatal.

Misticismo

El esoterismo es la tendencia al enigma y al oscurantismo en la expresión sibilina, ambigua, enredada y cercana a razones que no atan ni desatan o bernardinas, así que cualquier interpretación es plausible y por tanto errada. Se suprime cualquier conclusión lógica y se deja el poder de interpretación en manos de quien está y las posiciones en que estaban sin iniciar ningún camino y negando toda posible evolución o pensamiento.

Es habitual entre los políticos hablar de las reglas del juego, pero nadie dice cuáles son; también se habla del marco institucional si bien nadie ha descrito ese marco; tampoco existe quien lleve el árbol genealógico de las llamadas familias políticas. Es frecuente el alargamiento de las construcciones verbales en forma de perífrasis verbales paralizantes y fatigosas construcciones pasivas analíticas. Se usa además la hipérbole, la dilogía o disemia, la eufonía y el énfasis (dar a entender más de lo que se dice) recurriendo a hiperónimos.

Las palabras del político abusan del léxico abstracto, toman segundos acentos enfáticos al principio o en los prefijos y se alargan mediante procedimientos inútiles de derivación: ejercitar (y mejor éjercitár) por ejercer, complementar por completar, señalizar por señalar, metodología por método, problemática por problema. Son característicos los verbos ‘ampliados’ viciosamente con el sufijo –izar, como judicializar por encausar, criminalizar por incriminar, concretizar por concretar, sectorializar, potencializar, institucionalizar, funcionalizar, instrumentalizar, racionalizar, desdramatizar, ideologizar, sobredesideologizar, objetivizar. Algunos llaman a este frenesí por alargar las palabras sesquipedalismo.

El lenguaje político ha llegado a ser bautizado como oficialés a causa de su ininteligibilidad. La jerga burocrática cancilleresca incluso ha llegado a arrancar exclamaciones desabridas a políticos ante párrafos desalmados como éstos:

Rúbrica de la disposición transitoria segunda. Se suprime la referencia a las tarifas de conexión para desarrollar el contenido resultante de la tramitación previa en el Congreso de los Diputados. Por último, también por razones de técnica legislativa, una disposición derogatoria que prevé expresamente la abrogación del Real Decreto Ley del que trajo origen este Decreto Ley

Retórica de la desinformación

  • Adulación: Uso de calificativos agradables, en ocasiones inmoderadamente, con la intención de convencer al receptor: «Usted es muy inteligente, debería estar de acuerdo con lo que le digo».
  • Apelación a la autoridad: Citar a personajes importantes para sostener una idea, un argumento o una línea de conducta y ningunear otras opiniones.
  • Apelación al miedo: Un público que tiene miedo está en situación de receptividad pasiva y admite más fácilmente cualquier tipo de indoctrinación o la idea que se le quiere inculcar; se recurre a sentimientos instalados en la psicología del ciudadano por prejuicios escolares y de educación, pero no a razones ni a pruebas.
  • Chivo expiatorio: Lanzando anatemas de demonización sobre un individuo o un grupo de individuos, acusado de ser responsable de un problema real o supuesto, el propagandista puede evitar hablar de los verdaderos responsables y profundizar en el problema mismo.
  • Demanda de desaprobación o poner palabras en la boca de uno: Relacionada con lo anterior, consiste en sugerir o presentar que una idea o acción es adoptada por un grupo adverso sin estudiarla verdaderamente. Sostener que en un grupo sostiene una opinión y que los individuos indeseables, subversivos, reprobables y despreciables la sostienen también. Eso predispone a los demás a cambiar de opinión.
  • Efecto acumulativo: Intenta persuadir al auditorio de adoptar una idea insinuando que un movimiento de masa irresistible está ya comprometido en el sostenimiento de una idea, aunque es falso. Se da por sentada una idea mediante la falacia de la petición de principio. Esto es así porque todo el mundo prefiere estar siempre en el bando de los vencedores. Esta táctica permite preparar al público para encajar la propaganda. Es preferible juntar a la gente en grupos para eliminar oposiciones individuales y ejercer mayor coerción, principio de mercadotecnia o marketing que ejercen los vendedores.
  • Eslóganes: Frases breves y cortas fáciles de memorizar y reconocer que permiten dejar una traza en todos los espíritus, bien de forma positiva, bien de forma irónica: «Bruto es un hombre honrado».
  • Estereotipar o etiquetar: Esta técnica utiliza los prejuicios y los estereotipos del auditorio para rechazar algo.
  • Eufemismo o deslizamiento semántico: Reemplazar una expresión por otra para descargarla de todo contenido emocional y vaciarla de su sentido: «interrupción voluntaria del embarazo» por aborto inducido, «solución habitacional» por vivienda, «limpieza étnica» por matanza racista. Otros ejemplos, «daños colaterales» en vez de víctimas civiles, «liberalismo» en vez de capitalismo, «ley de la jungla» en vez de liberalismo, «reajuste laboral» en vez de despido, «solidaridad» en vez de impuesto, «personas con preferencias sexuales diferentes» en lugar de homosexuales, «personas con capacidades diferentes» en lugar de discapacitados y «relaciones impropias» en vez de adulterio.
  • Imprecisión intencional: Se trata de referir hechos deformándolos o citar estadísticas sin indicar las fuentes o todos los datos. La intención es dar al discurso un contenido de apariencia científica sin permitir analizar su validez o su aplicabilidad.
  • Quidam: Para ganar la confianza del auditorio, el propagandista emplea el nivel de lenguaje y las maneras y apariencias de una persona común. Por el mecanismo psicológico de la Proyección (psicología), el auditorio se encuentra más inclinado a aceptar las ideas que se le presentan así, ya que quien que se las presenta se le parece.
  • Redefinición y revisionismo: Consiste en redefinir las palabras o falsificar la historia de forma partidista para crear una ilusión de coherencia.
  • Simplificación exagerada: Generalidades usadas para contextualizar problemas sociales, políticos, económicos o militares complejos.
  • Testimonio: Mencionar dentro o fuera de contexto casos particulares en vez de situaciones generales para sostener una política. Un experto o figura pública respetada, un líder en un terreno que no tiene nada que ver… Se explota así la popularidad de ese modelo por contagio. Por ejemplo, un juez respetado como Baltasar Garzón entra en un partido político acusado de corrupción para aprovechar su reputación.
  • Transferencia: Esta técnica sirve para proyectar cualidades positivas o negativas de una persona, entidad, objeto o valor (individuo, grupo, organización, nación, raza, patriotismo…) sobre algo para hacer esto más (o menos) aceptable mediante palancas emotivas.
  • Uso de generalidades y palabras virtuosas: Las generalidades pueden provocar emoción intensa en el auditorio. El amor a la patria y el deseo de paz, de libertad, de gloria, de justicia, de honor y de pureza permiten asesinar el espíritu crítico del auditorio, pues el significado de estas palabras varía según la interpretación de cada individuo, pero su significado connotativo general es positivo y por asociación los conceptos y los programas del propagandista serán percibidos como grandiosos, buenos, deseables y virtuosos.

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