Liberalización a la sombra del Cielo Único Europeo
Diana de Horna y Diego Gutiérrez.
Controladores aéreos.
“Conoce a tu enemigo y conócete a ti mismo; en cien batallas, nunca saldrás derrotado. Si eres ignorante de tu enemigo pero te conoces a ti mismo, tus oportunidades de ganar o perder son las mismas. Si eres ignorante de tu enemigo y de ti mismo, puedes estar seguro de ser derrotado en cada batalla.”
Sun Tzu, El arte de la guerra
Ante la andanada de golpes que el colectivo de Controladores Aéreos viene encajando desde hace meses, es posible (y muy humano) caer en el error de pensar que el enfrentamiento se limite al ámbito de un gobierno, un partido político concreto e incluso a personas con nombre y apellidos como José Blanco, Ignacio Lema o Carmen Librero. Independientemente de las simpatías que cualquiera de ellos despierte en el lector, no se puede dejar de reconocer que realizan escrupulosamente bien su trabajo, ejecutando movimientos dentro de un tablero de ajedrez que comparten con otras piezas, incluida la que encarna este colectivo.
Antes de plantearse cualquier estrategia de combate es necesario conocer al enemigo. No nos fiemos de las apariencias: aunque el nuestro se esconda tras la careta del político de turno, tiene oficinas en el Parlamento Europeo (el famoso lobby empresarial en Bruselas, formado por más de mil grupos de presión), maneja los hilos de una Unión Europea que en su origen fue y sigue siendo fundamentalmente económica (recordemos las siglas CEE), y se hace fuerte bajo nombres como UNICE, ERT o CANSO, compartiendo mesa con nuestros dirigentes europeos. Este último grupo ha hecho pública su opinión favorable sobre el RDL que nos afecta; no en vano cuenta entre sus filas con SERCO, el principal proveedor privado de servicios de Navegación Aérea a escala mundial. Tampoco debe sorprendernos que las mismas compañías aéreas a las que se les presta servicio estén apoyando la privatización de los aeropuertos a escala mundial (algo que IATA no oculta), ni que los gobiernos estén pudiendo llevar a cabo este plan gracias a la financiación de instituciones de clara orientación neoliberal como el Banco Mundial.
Repasando en Wikipedia la entrada correspondiente al neoliberalismo encontramos a España en la lista de países neoliberales, con ejemplos de gobiernos como el de José María Aznar o Esperanza Aguirre. Pero qué duda cabe que el gobierno actual de ZP está siguiendo las mismas recetas (léase liberalización, privatización, desregulación) que marcara en los noventa el Consenso de Washington, y de las que el Real Decreto-Ley 01/2010 y la posterior Ley 09/2010 que agrava sus consecuencias son sólo un ejemplo: la privatización de los servicios públicos es hoy una realidad incipiente, a la que se le ha otorgado carácter institucional mediante compromisos formales suscritos en el seno de la OMC (Organización Mundial del Comercio) y a los que “deben subordinarse las políticas y legislaciones nacionales y tratados internacionales existentes, sin fijar límites a la extensión y duración del proceso (hasta alcanzar la privatización total).” Evidentemente, al igual que prácticamente todo el mundo se tiene que educar, enviar cartas o acudir alguna vez al médico, convirtiendo así al sector educativo, postal y sanitario en auténticas dianas para un sector privado hambriento de beneficios asegurados, los Servicios de Navegación Aérea, por su indispensabilidad y necesidad de continuidad, suponen un jugoso bocado cada vez más al alcance del poderoso sector empresarial aeronáutico. Desde luego este sector, con sus respectivos grupos de presión en el entorno europeo, no se va a quedar con los brazos cruzados a la espera de que el dinero corra en manos de otros en vez de en las suyas, y menos aún si sus grupos de presión son escuchados en Europa.
Ya en el 2005, los controladores alemanes vivieron una situación tristemente similar a la que se está dando ahora en nuestro país. Allí la privatización de la mayor parte de los servicios de control de tráfico aéreo, al igual que ha ocurrido en nuestro caso, tuvo muy escasa repercusión mediática. Así, en aquel año se daba el primer paso para la privatización de los Servicios de Navegación Aérea en el que era el motor económico de la unión, a pesar de que ya entonces surgieran voces críticas con la medida.
Los franceses, que saben de revoluciones burguesas, reaccionaron con bastante antelación y tomaron medidas drásticas, como un desplante masivo, llegando a provocar grandes cancelaciones y desvío de tráfico por toda Europa, manteniendo aún hoy el pulso a su gobierno como pueden (su última huelga, que tampoco ha encontrado el debido eco en la prensa, ha sido en enero de este año). Quizá sólo por eso hayan conseguido ganarle algo de tiempo al tiempo.
En respuesta a la creciente consolidación de los procesos de privatización en Europa (NATS, Skyguide, etc) han surgido brillantes iniciativas como Mosaic, una organización formada por los principales grupos de controladores – a excepción de los españoles – a nivel europeo, y que presenta un proyecto viable de prestación de servicios con carácter estrictamente público, desde los servicios en tierra hasta el control de tránsito aéreo. Pero en España, a pesar de los indicios (entre otros, las declaraciones de la entonces comisaria de transportes, Loyola de Palacio, sobre el SES), la halagüeña situación que los controladores disfrutaban hasta prácticamente finales de 2009, privaba al colectivo de la motivación para ver más lejos, anticipar la jugada y fraguar alianzas que revertieran su aislamiento siquiera dentro de la propia empresa: “Y así, el colectivo de control fue quedando neutralizado en una dinámica de privilegios, horas extra y aislamiento del resto de AENA, que ahora posibilita que todas las mejoras obtenidas en negociaciones anteriores sean tumbadas de un plumazo.”
Es ahora, cuando se acaban los plazos de la licencia europea única que da el espaldarazo definitivo y permite que los grandes puedan empezar a repartirse el pastel ansiado, con AENA endeudada hasta límites irracionales (algo que no se entiende si no es con el objetivo de justificar la privatización de una empresa que ha sido tan mal gestionada mientras era pública, generando en este tiempo una deuda que supera en más de un tercio al plan de rescate de la Unión Europea para una nación entera como Grecia, con más de 11 millones de habitantes), que se terminan de pergeñar todas las medidas legales a nivel europeo. Pero es imperativo desviar la atención de la opinión pública, encubrir los objetivos reales, y los privilegios y mala prensa de los controladores son la coartada perfecta que convertirá en héroes a los auténticos villanos de esta historia, que se presentan a sí mismos como baluartes de la “justicia social” (y casi divina, si les dejamos). Que se dilapiden así, de paso, los logros sociales que tantos siglos tardaron en alcanzarse es un necesario efecto colateral que todos parecen olvidar cuando por doquier se nos recita el mantra incesante del rendimiento económico. Pero a este respecto haríamos bien en preguntarnos quién es el que (se) rinde, y en beneficio de quién.
Repasando el contenido del plan de acción del gobierno previo al RDL, en el que se hacía referencia a los planes de escape, encontramos que, en caso de «Fuerza Mayor», las acciones serán:
– Pactar condiciones de empleo, trabajo y gestión con cesión en medidas «disciplinarias», o
– Contraprestaciones económicas por espacio de tiempo limitado
– Reconsiderar escenarios de ese momento y preparar un Plan para ROMPER el modelo de prestación de servicios exclusivo DNA AENA.
En el caso de que las «MEDIDAS DE MITIGACION» no se puedan mantener (por excesiva duración en el tiempo de la disrupción de servicios), se procederá a:
– Acordar levantamiento de medidas disciplinarias y aceptar un escenario de mínimos.
– Acordar contraprestaciones económicas para el menor marco temporal posible. – – Preparar alternativas a medio plazo.
Es decir, los planes consideran en cualquier caso la “ruptura” del modelo de prestación de servicios exclusivo de Aena, y deben llevarse a cabo, en el peor de los casos, a medio plazo. Ese es el objetivo último, no nos olvidemos de ello. El colectivo de controladores no es más que un elemento que les impide alcanzar ese modelo en el que el sector privado –los lobbys del sector– va a obtener la parte del pastel que considera que le es propia pasando su apisonadora por encima de quien haga falta y utilizando para obtener la regulación adecuada los mecanismos de presión que tiene dentro de una Unión Europea que, por mucho que quiera venderse como la Europa de los ciudadanos no es más que aquella Comunidad Económica Europea que se puso en marcha y continúa avanzando a espaldas de la ciudadanía y sometida a las presiones de las corporaciones transnacionales, con su sempiterna máxima de libre circulación de capitales: “Everything that stands in the way of increasing profit and market position is to be eliminated piece by piece.”
El enemigo nunca ha sido el gobierno. Es decir, nunca ha sido sólo el gobierno, no hay que perder esto de vista. Los controladores se enfrentan a un mismísimo Goliat y más vale que sepan ser un auténtico David. Para ello necesitan una unión inquebrantable. Pero una unión a gran escala, de pequeños y grandes, ATCs y no ATCs, a nivel local y a nivel internacional. Es necesario traspasar fronteras y tener miras amplias. Se pueden encontrar argumentos sobrados contra la privatización del control de tráfico aéreo, y estudios que apoyan esta postura.
Además hay al menos tres lecciones que podemos aprender de aquella huelga que los controladores estadounidenses llevaron a cabo en 1981, y tras la cual más de 11.000 fueron despedidos: en primer lugar, su sindicato, PATCO, no había desarrollado ninguna estrategia de búsqueda de apoyos entre otros trabajadores del sector. En segundo lugar, ni siquiera consiguió mantener la unión entre sus propios afiliados. En tercer lugar, el gobierno contaba ya con un plan de contingencia que funcionó a la perfección y minimizó los efectos de la huelga. Ni que decir tiene que la opinión pública, ya predispuesta contra los controladores, aplaudió la medida de Reagan.
El escenario anterior al RDL no va a volver. Sólo se puede tender hacia algo nuevo y mediante la unión existirá alguna opción de conseguir que sea de la forma deseada: el gobierno y los medios de comunicación ya han condenado a este colectivo al ostracismo social para asegurarse la jugada, y si la respuesta es atrincherarse aún más en esta decadente torre de marfil sólo quedará poder contemplar un espectáculo de tierra quemada: futuros EREs, torres perdidas y una negociación de flagrante ilegalidad que dará paso al desmantelamiento de los servicios de control aéreo y del resto de los elementos que conforman el sistema, tal como los conocemos hoy.
Hace falta una estrategia realista para recuperar el lugar correspondiente en el diálogo, un lugar donde se permita aportar ideas y asumir un papel activo, dirigiendo la vista hacia la excelencia profesional y personal. Ahora más que nunca hay que desarrollar un discurso que ha de ser forzosamente razonable y con miras de futuro, sabiendo qué es lo que está en juego, qué es lo que se desea obtener y por qué, y sobre todo, en un acto consciente del escenario económico internacional en el que todos estamos inmersos. Los controladores tienen en su mano encontrar un lugar propio en el mundo que hay ahí fuera, pero antes tienen que querer conocerlo y luchar (con cabeza) por mejorarlo.
“An injury to one is an injury to all. No labor movement can long survive, much less thrive, without a strong culture of mutual aid and protection.”
Steve Early, Communications Workers of America.