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Las malvadas cenizas volcánicas y los chuletones de Pepiño

Viernes, 7 de mayo,
10:00 (más o menos).

Me llama un excelente periodista, Don Enrique, alertándome de que según se le ha informado -un piloto- se aproxima la malvada nube de cenizas volcánicas del volcán islandés a España. Como si no tuviésemos los controladores españoles ya suficientes disgustos. Yo, que últimamente no gano para sobresaltos gracias a la camarilla de Don Pepiño/Don José, me pongo a buscar NOTAMs y ASHTAMs por internet como loco. Nada. Le prometo que cuando llegue a la torre le miro la información disponible de la Agencia Estatal de Meteorología, de Aena y lo que haya por allí.

12:00.

Hecho no relacionado, que hará mi vida más difícil, y que cuento para dar un poquito de caña. Me llama una simpática trabajadora de RRHH de Aena para informarme de que, «para que no me aburra», se me activa la imaginaria de mañana del domingo. Que maja, ella. El domingo trabajaré de mañana y de noche, y de tarde hoy, y mañana. Estoy que no paro, oiga.

15:00.

En la torre no hay ninguna información disponible sobre cenizas volcánicas, ningún aviso, nada.
En la web de los meteorólogos, tampoco. No nos han mandado aviso alguno.
En la web de Aena, nada.
Remuevo Roma con Santiago y pongo a dos compañeros a buscar información, a hacer llamadas, a rebuscar por los cajones. Nada.
En el Centro de Control nadie les ha dicho nada. Que raro que es todo esto. ¿Será una conspiración de silencio? ¿O será que el gabinete de comunicación de Aena está de merecidas vacaciones como pago a sus servicios prestados?

16:30.

Encontramos un mapa de previsión de cenizas volcánicas escondido en la enésima página de Eurocontrol. Aparece una extraña lengua de cenizas sombreada en amarillo que se prevé que entrará por Galicia en unas horas. ¿Será un guiño de la naturaleza al malvado inquilino de Fomento? (ui, perdón, estoy pensando en voz alta). Llamamos al ACC, y allí nadie les ha avisado.

Este concienzudo periodista, que no se suele achantar fácilmente ante las adversidades y los ataques a su web, me vuelve a llamar. Le remito el famoso mapa. Que si por fax, que si por correo electrónico, que si no hay NOTAM publicado. El caso es que le hago llegar la poca información de que dispongo.
Cuando estoy a punto de ponerle un fax, alguien descubre una nueva previsión en la que la lengua de cenizas ya entra de lleno en la península ibérica. Pienso: Dios mío, se me va a poner la terraza fatal, justo ahora que he tenido que despedir a la asistenta por las malas artes de Pepiño. Me veo fregando la terraza entre turno exprés e imaginaria.

Claro, es que con la que está cayendo, no puedo valorar el impacto que esta nube de cenizas malvadas tendrá para la economía nacional y el transporte aéreo, porque como me tienen en un sin vivir sin saber lo que voy a ganar, si me van a echar, si me van a expedientar, si me va a dar un derrame cerebral y me voy a quedar ajilipollado del todo, pues claro, no me centro en las cositas de los aviones.

22:00.

Termina por fin mi turno, y me arrastro a mi casa somnoliento, cansado, con dolor de cabeza. Mañana se repetirá mi jornada, como en el «Día de la Marmota».

Al día siguiente (que es hoy).

Aparece en todos los diarios que se cierran los aeropuertos del norte de España. Pienso en los miles de pasajeros atrapados en las terminales, a los que nadie les ha avisado. Pienso en la pérdidas económicas de las compañías aéreas, del turismo, de los taxistas, de todo el mundo. Aena no se entera de nada. Está tan enfrascada en su revanchismo con nosotros, los controladores, que no está a lo que hay que estar. Con lo sencillo que habría sido lanzar un aviso a las compañías aéreas, a los pasajeros que iban a volar, a los controladores que hoy tendrán que desviar vuelos y dejarse la piel para que los aviones esquiven las famosas cenizas. Y «ese peaso de menistro», como diría Chiquito de la Calzada, en sus fastuosas comidas en restaurantes gallegos pagadas por todos los españoles. ¿Nos echará también de esto la culpa a nosotros, los controladores aéreos?

Mire usted, Señor Ministro Blanco, déjese de chuletones gallegos y de nécoras, y trabaje usted un poquito, que veo peligrar su productividad y su imagen. Trabaje usted un poco por los españoles, hombre, que seguro que se lo agradecerán.

Yo seguro que esta tarde, en la torre, decretado y sin derechos laborales, haré lo posible para que los pasajeros atrapados en Barajas puedan volar a sus destinos entre las cenizas, la inoperancia de Aena y los chuletones de ternera gallega del «minigstro».

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