Las buenas noticias no son noticia
Según la Audiencia Nacional y el juez Bodas, resulta que mis derechos fundamentales recogidos en la Constitución Española son relativos. Pero claro, es que soy controlador aéreo.
Este soniquete perverso no es nuevo. Muchos otros han esgrimido este torticero argumento en el pasado para cometer toda clase de tropelías contra el género humano. Esta afirmación tiene el rancio tufo del fascismo dictatorial más añejo y ponzoñoso que tanto daño, miseria y destrucción ha acarreado a lo largo de la historia. Los judíos que se encaminaban esqueléticos a los hornos también tenían «derechos relativos»: medio cuenco de rancho al día, con suerte.
En febrero, tras la publicación del decretazo 1/2010, ya comenzó la campaña de «cosificación» de los controladores aéreos, los malvados responsables de todos los males de este mundo, ya sea el ébola, la crisis financiera internacional o la muerte de Manolete.
Desde el pasado miércoles, fecha en la que se publicó la sentencia de la Audiencia Nacional, se ha consumado un hecho que me venía oliendo desde febrero: soy un ciudadano de segunda, al servicio inexcusable de una ley perversa y oportunista, al servicio de la cuenta de resultados. Estoy esclavizado por mi país, por mis gobernantes, por mis jefes directos. Soy un mero instrumento de la producción. Soy un periférico del sistema informático de control de tráfico aéreo, eso si, sin mantenimiento.
Este mismo organismo afirma que yo y mis compañeros de trabajo hemos sometido a este país a un «permanente estado de excepción durante 20 años.» Me pregunto si cuando hace 20 años, estando en la universidad, también estaba contribuyendo a ese permanente estado de excepción.
Si esto ultimo es cierto, me pregunto cómo es posible que los ciudadanos de este país hayan podido alguna vez coger un avión, o cómo ha sido posible entonces el espectacular crecimiento en el número de pasajeros. ¿No será más bien que, simplemente, esto es falso?
El transporte aéreo en España mueve unos 200 millones de pasajeros al año, y todos ellos pasan por las manos de los controladores aéreos. El 8% del PIB se deriva de ese transporte, y casi la mitad del turismo en su conjunto. Saquen ustedes sus propias conclusiones.
Si Montesquieu levantase la cabeza, probablemente vomitaría de asco al contemplar esta nula división de poderes que entorpece la vida democrática española.
Y como las desgracias nunca vienen solas, ahora resulta que a los empleados públicos (varios millones de trabajadores) se les va a rebajar el sueldo un 5% de media, hecho este inusitado en toda la historia de España pero que aplaude con las orejas -prominentes, por cierto-, el presidente Obama, a quien nadie ha dado vela en este entierro.
Queridos paisanos: ¿acaso creían ustedes que los largos tentáculos del gobierno de la pandereta que sufrimos en este país no les iban a alcanzar? Cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar.