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Crónica de un pasajero


Hoy tenía que coger un vuelo a las 13:30  en Barajas, hacia Valencia. Me había permitido incluso quedar  allí para comer, habida cuenta que volaba con airnostrum, compañía que suele ser bastante puntual.

El embarque estaba programado para las 13:10, y habían pasado ya más de 10 minutos desde que tenía que haber comenzado. El retraso era ya inevitable pero los paneles de AENA no anunciaban nada y el personal de airnostrum no había aparecido todavía por la puerta de embarque.  Hasta después de la hora prevista de salida no se anunció en los paneles de AENA el retraso previsto, que era de 45 minutos.

Paciencia, no queda otra, le decía un pasajero resignado a su pareja.  Me senté al lado de dos azafatas que estaban hablando del retraso. Una de ellas le comentaba a la otra que le habían dicho que nuestro vuelo tenía un slot para las 15:14, lo que supondría una hora más sobre la hora anunciada por AENA. Me pareció sorprendente que una azafata dispusiera de esa información y que el proveedor de servicios aeroportuarios no, ya que el que engaño de AENA a los pasajeros ocultando información no me parecía una explicación plausible.

La otra azafata dijo que era culpa de los controladores, que son los que ponen slots a los aviones, y la primera asentía, añadiendo que seguramente estaban de huelga, que estaban retrasando todos los vuelos. El silogismo parecía claro, regulaciones de tráfico aéreo igual a huelga de controladores.

Decidí levantarme y dar un paseo, para apaciguar el estado de ansiedad que me estaba abordando.

Entonces se produjo una situación que me pareció graciosa. Un pasajero de otro vuelo retrasado, con destino a S. Sebastián, le estaba preguntando en perfecto inglés al personal de embarque si los retrasos se estaban produciendo sólo en la T4, en los vuelos de Iberia. El gentleman, ante la sorpresa del personal de la compañía aérea, aclaró que el había volado antaño con cierta regularidad en España y conocía perfectamente los métodos de los pilotos de iberia para realizar huelgas encubiertas.

A mí se me escapó una carcajada. Hay estigmas difíciles de superar.  Hace tiempo se mancilló a los pilotos y hoy la campaña de desprestigio es contra los controladores. Ni unos ni otros podrán jamás devolver el prestigio a sus profesiones.

Volví a sentarme junto con las azafatas, que seguían arremetiendo contra los controladores, cada vez con más saña . Fue entonces cuando encontré en el iphone un enlace que explicaba lo que estaba ocurriendo. Barajas estaba funcionando con una sola pista (la mitad de su capacidad operativa) porque estaban calibrando el ILS en la otra pista. La decisión había sido tomada por AENA desoyendo el consejo de los controladores, que desde que están sometidos a la Ley que ha encumbrado al ministro Blanco, han perdido la capacidad para poder decidir cuando se realizan este tipo de tareas. Entonces no pude más que interrumpir a las azafatas y les dije que los controladores no estaban de huelga, sino que se había cerrado una pista para calibrarla. Ellas me respondieron que claro, que eso lo hacían los controladores a propósito porque estaban de huelga. Ante mi réplica de que era AENA la que ahora tomaba esas decisiones, me contestó una de ellas de forma airada que AENA estaba atada, rehén de las reivindicaciones de los controladores. Gracias a dios el anuncio por megafonía de que comenzaba el embarque de nuestro vuelo acabó con una conversación que iba a acabar en discusión.

En la jardinera, donde entre las azafatas y yo viajaban un grupo de 4 pilotos de otra compañía, la casualidad se encargó de cerrar la conversación inacabada. Los pilotos estaban precisamente hablando de la barbaridad que suponía haber elegido un viernes por la mañana, de intenso tráfico aéreo, para calibrar las radioayudas de la pista. Comentaban concretamente que los gestores de AENA no tienen ni capacidad ni experiencia para tomar esas decisiones sin el asesoramiento de los controladores, que están demostrando una gran profesionalidad “tragándose” e intentando enmendar todas las pésimas decisiones que se estaban tomando desde las oficinas de AENA. Yo miraba de reojo a las azafatas, dibujando cierta sonrisa, sabedor de que estaban escuchando atentamente a los pilotos de la misma manera que lo hacía yo.

Una vez en el avión el piloto se disculpó por el retraso, especificando que se debía a que había estado cerrada una de las pistas, sin dar más explicaciones.

El avión despegó a las 15:14. Fue entonces cuando comprendí que yo estaba equivocado. Las azafatas llevaban razón. El avión había despegado exactamente cuando ellas habían anunciado. Y seguramente el retraso era culpa de los controladores, por haber permitido a AENA, a los políticos y a la sociedad que les roben su profesión. Mientras que el avión ascendía y me hundía en un estado de duermevela que me hacía divagar en mis pensamientos, concluí que para ejercer esa profesión, la insensibilidad a situaciones que harían saltar a cualquier otro mortal se convierte en una virtud , y que quizás ese haya sido el defecto que les impide luchar contra los continuos ataques a los que están siendo sometidos.

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