La piedra de toque de la seguridad aérea
John White.
¿Con cuantas ruedas puede funcionar un coche? ¿Con cuantos litros de sangre es seguro practicar una operación, o con cuantos anestesistas, cirujanos y enfermeros? ¿Cuantas lanchas salvavidas debería tener un transatlántico?
El punto de vista de una gestión irresponsable es muy sencillo: el mínimo posible hasta que ocurra una desgracia. Y es precisamente esta mentalidad la que impera en Aena y en el Ministerio de Fomento en la actualidad tras la ley 9/2010 y el proyecto de privatización. En ingeniería se calculan las cargas y luego, por si acaso, se multiplica por dos. Estos señores dividen entre diez.
El barco llamado Aena hace aguas. Está lleno de agujeros, y a cada día nuevo se le practican nuevos orificios. Esa carcoma mezquina que es la gestión irresponsable acabará convirtiendo Aena y la seguridad aérea en un esqueleto de cristal, en un equilibrio inestable que acabará en añicos tras la más mínima perturbación del sistema.
El abaratamiento de costes hasta límites ridículos se plasma en realidades como las vividas en Barajas los días 7 de febrero y 4 de junio, en los que se efectuó una calibración de radioayudas de día, con graves perjuicios para los pasajeros y situaciones espeluznantes para la seguridad. ¿La razón?: que hacerlo de noche es más caro, aunque ello comporte menores molestias para los pasajeros y las compañías aéreas. ¿A donde va a parar todo este dinero que los gestores de Aena están ahorrando? ¿A pagar la desmedida deuda contraída en el pasado para financiar aeropuertos ruinosos? ¿O tal vez a los bolsillos de unos cuantos amigos y colaboradores?
Nos encontramos ante un enconamiento irracional y personalista contra todo un colectivo profesional, el de los controladores aéreos, a los que el presidente de Aena, el Sr. Lema, sigue acusando torticeramente de la desmesurada deuda de más de 12.000 millones de euros que él y sus antecesores en el cargo generaron con los distintos planes de infraestructuras, hecho este conocido ya por todos, y que sin embargo sigue siendo una luctuosa realidad. Los gestores de Aena y sus fieles colaboracionistas se han enrocado en una cadena de decisiones erróneas caracterizadas por presiones políticas y económicas e intrumentalizadas por la obediencia debida.
Se dan constantemente órdenes verbales sobre la operatividad diaria de los aeropuertos y la navegación aérea, sin que exista constancia documental de ninguna de ellas, porque muchos no se quieren pringar si ocurre un accidente. Ellos dirán que «solo recibían órdenes», o que cierta ley decía esto o aquello. Pero la verdad es que muchos van perforando agujeros día tras día y están contribuyendo al hundimiento del barco. El afrancesamiento de aquellos que por miedo no denuncian lo que está sucediendo les hace cómplices de la desmesura y la mala planificación.
La piedra de toque es un mineral compuesto de cuarzo, alúmina, cal, óxido de hierro, carbón y otras sustancias que se empleaba por los joyeros para determinar si un metal es valioso. El equivalente humano de la piedra de toque es el valor.
Ha llegado la hora de los valientes. Las personas que forman parte de la cadena de seguridad en aeronáutica se enfrentarán a dilemas morales que pondrán a prueba su valía personal y su responsabilidad para con la seguridad. Se sabrá de qué pasta están hechos, tanto unos como otros.
La ley 9/2010 fija arbitrariamente un descanso del 33% en horario nocturno para los controladores aéreos. Si sumamos a este hecho inaudito la reducción del número de controladores por dependencia, tenemos un cocktail explosivo de precariedad: la más mínima incidencia acarrea graves consecuencias para el buen funcionamiento del transporte aéreo, que en el mejor de los casos solo se traduce en demoras. Hay controladores aéreos que duermen solo 3 horas por la noche, y que empalman servicio de mañana y de noche con menos de 12 horas de descanso entre turnos, todo ello en aras de la productividad y por mandato de Aena. ¿Cogería usted un avión si supiese que el controlador del que depende su vuelo no ha dormido? La carga de trabajo de los controladores aéreos se ha disparado desmesuradamente. La fatiga, falta de concentración, el abatimiento generalizado y la visión de túnel están afectando a sus facultades psicofísicas. La calidad del servicio prestado se resiente. Se causan molestias a los usuarios, y las compañías aéreas pierden dinero en un momento en el que tendrían que estar despuntando sus cuentas de resultados.
Tal y como se ha publicado, el número de incidentes notificados -tanto por pilotos como por controladores- se ha duplicado en los tres primeros meses del año 2010 en comparación con el mismo periodo del año pasado. Entre estos incidentes figuran varias cuasi colisiones. La siniestralidad en la aviación está directamente relacionada con los factores humanos, hasta el punto de que los errores humanos son la principal causa de accidente, muy por encima del fallo técnico.
En estas circunstancias se hace necesaria una denuncia.
La mala gestión de Aena ha tomado a los pasajeros como rehenes, a los pilotos y a las compañías aéreas como conejillos de indias, y a los controladores aéreos como chivos expiatorios. Se miente al ciudadano, cuando se le garantiza una seguridad que es de boquilla y de despacho, y que no está avalada por las incidencias darias. El pasajero no sabe en que condiciones vuela, ni porqué conceptos está pagando. Repito: ¿donde se va el dinero? Desde luego, no a la seguridad ni al sentido común.
La seguridad aérea en España es un queso de gruyere agusanado por los intereses políticos y económicos, y sospecho que acabará produciéndose un accidente. Se descubrirá entonces que el controlador no había dormido lo suficiente, y que por tanto cometió un error. También se destapará que por abaratar costes se tomaron toda clase de decisiones erróneas y apresuradas, como ocurrió con el desgraciado caso Yakolev 42. Se habrá perdido la trazabilidad en la toma de decisiones, porque muchas órdenes se habrán dado verbalmente, y muchas miradas se dirigirán al suelo con culpa y complicidad. Aquellos que debieron denunciarlo no lo hicieron, y los que si lo denunciaron no fueron escuchados, o directamente se les había despedido. Muchos políticos responsables de lo sucedido seguirán haciendo declaraciones grandilocuentes enfundados en sus trajes de seismil euros, y se cruzarán acusaciones en los telediarios. Pero el controlador aéreo terminará en la cárcel y ya será tarde para las familias destrozadas, a las que posiblemente nadie les pedirá perdón por la Ley 9/2010 y la deuda de Aena.
Si usted está leyendo este artículo, amable lector, y tiene usted pensado realizar un viaje en avión, le invito a preguntar en los mostradores de Aena: ¿cuantas horas ha dormido el controlador que va a llevar mi vuelo? Pero la verdad, no creo que le respondan.