La España bananera y los controladores aéreos
Francisco Velasco.
El control, según Skanlan, tiene como objetivo cerciorarse de que los hechos vayan de acuerdo con los planes establecidos. Un controlador es, pues, quien avala la conformidad de lo previsto con lo materializado. Avala. Garantiza. Responde.
Los controladores aéreos son, en este sentido, los responsables de que el tránsito aéreo se desarrolle con la máxima seguridad, orden y fluidez. La expresión, que podría ser de Perogrullo, halla su esencia en la práctica diaria. Un país que apoya gran parte de su cuerpo económico en el turismo, debe muscularse en esa dirección. Muscularse y fortalecerse. La empresa Estado español ha sabido engordar sus cuentas, tan decrépitas en otros sectores, merced a la potencia turística.
Sin embargo, ahora resulta que la salida de la crisis económica de España se halla en manos de unos pocos desaprensivos que tuvieron la infeliz idea de ganar un puesto de trabajo de controlador en la Administración de navegación aérea. Por favor. Quienes defienden ese pobre argumento se descalifican solitos. Ellos mismos. Los controladores aéreos están sufriendo una de las más aberrantes campañas que trabajadores algunos han sufrido nunca. Es lamentable a fuer de indignante y repulsivo aparte de injusto. A ver si los granujas son los que ofenden y no los insultados. Ya está bien de criminalizar a estos trabajadores honrados. Honrados y eficientes. Eficientes y necesarios. Por lo que se ve. Por lo que se acredita. Por la envidia que suscitan.
Si el argumento esgrimido por AENA y el Ministro Blanco tuviera un mínimo de sustancia, uno se explicaría el ataque contra el colectivo. Pero cuando un tema no tiene chicha ni limoná y, pese a todo, se quiere catalogar como honor de Estado, entonces nos topamos con la Inquisición travestida de psoecialismo castrista. Si la tesis, repito, de esa empresa pública y de ese preuniversitario elevado a Torquemada tuviere un mínimo de consistencia, llegaríamos a la conclusión de que los irresponsables de Navegación Aérea y el inepto del Ministerio de Fomento merecen el despido más fulminante. Un despido por motivos objetivos en virtud de su incompetencia, de su ignorancia, de su falta de disciplina y, en fin, de su incapacidad evidente para gestionar asuntos de una envergadura superior a la administración de un puesto ambulante de pipas. Han dispuesto de años, de décadas, para solventar un problema de esta enjundia. La displicencia del Gobierno no puede suplirse, de pronto, por un pisotón a los derechos y a las libertades.
Que no, Blanco, que no. Que lo suyo es controlar sin responder ante la ley, mientras que los funcionarios que se dejan la piel en las torres de los aeropuertos dan seguridad a la vida de millones de usuarios que deciden subirse a esas naves aéreas que surcan los cielos de España. Los controladores aéreos responden. Que cobran mucho. Es posible. Pero en su cuerpo llevan el sufrimiento. Si yerran, pagan un elevado precio. Que ellos, al cabo, son unos mandados de una Administración aérea en poder del Gobierno de Zapatero, el más tétrico, vulgar, inespecífico y ventajista que haya conocido nuestra democracia.
Usted, señor Blanco, quiere, encima, disuadirles de su derecho a la huelga. Pero hombre, si se dice socialista aunque sea una mentira flagrante, disimule un poco. La huelga es un derecho de los trabajadores. No es un derecho de los ministros, por ejemplo, que trabajan menos que un mariscador en la soledad del polo norte. El derecho de los ministros es su propio deber. Y la obligación de un servidor público de esa significación no es otra que prever, planificar, prevenir, precaver. Claro, que pedir esto a la triste comparsa de figurantes que nos (des)gobiernan, es como exigir al olmo que fructifique peras. Un imposible.
Lo que no es imposible es sentar las bases y reclamar lo que está sujeto a derecho. Uno puede mostrarse en contra de ciertas huelgas, pero no es democrático oponerse a ellas alegando no sé qué estúpidas razones coyunturales. Los controladores tienen derecho a la huelga si entienden que el Gobierno legisla por decreto singular para ellos o si se sienten víctimas de una inaceptable ofensiva de acoso y derribo. La culpa no es del colectivo. La culpa es del Gobierno y de la Administración que ha tenido tiempo, mucho tiempo, para optimizar sus poderosos recursos y para pronosticar científicamente que lo sucedido estaba cantado.
Servidor está con los controladores. Servidor censura a los inquisidores blanquistas que pretenden dictar como tiranuelos en vez de actuar como emprendedores solventes. Me reitero en el refrán castellano: “dónde irás, buey, que no ares”. Me refiero al Gobierno. Los controladores no son bueyes por más que quieran hacerlos bovinos.
La huelga no es el camino. Es un derecho. La tiranía y los decretazos no son caminos ni derechos. Son actitudes propias de regímenes bananeros. Como el de los Castro, el de Chaves o el de Morales. Como el que está recorriendo, peligrosamente, Zapatero.
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