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Crece el rechazo y la incertidumbre de los controladores ante la privatización de AENA

Eloy Orgaz

Ante las nulas explicaciones por parte de la Entidad Empresarial AENA al colectivo de controladores y al resto de trabajadores de la empresa sobre los planes de privatización, el descontento generalizado y la sensción de que algo turbio se cuece van creciendo poco a poco. La rumorología se enseñorea en las conversaciones de pasillo. Los gestores se enclaustran en sus despachos temiendo las miradas reprobatorias de los otrora compañeros, que les señalan con el dedo. Pancartas, pasquines, convocatorias de concentración. Se oye el galopar de los caballos más allá del horizonte. Ya vienen. Están aqui.

Las dependencias de control se van llenando no ya de carteles, sino de toda suerte de elementos de protesta ante lo que muchos consideran como un ERE encubierto en ciernes. Cierta atmósfera de campo de concentración es palpable y el aire se podría cortar con un cuchillo. La tensión es insostenible.

Esta imagen se podía contemplar hoy en un centro de control. Se desconoce si se trata de un buitre leonado o un buitre negro, como el futuro. Pero su mirada penetrante todo lo escudriña. Ya vienen. Ya están aqui.

La incomprensible sentencia de la Audiencia Nacional en la que se eleva una cuestión de constitucionalidad sobre el decretazo a los funcionarios mientras se desestima la demanda de los controladores por los mismos motivos, la presión irracional y fiscalizadora sobre el colectivo de control por cuestiones operativas y de seguridad aérea y las maniobras oscurantistas de la administración, SENASA, INECO y otros agentes en materia de formación están contribuyendo a generar un clima irrespirable en el que los controladores comienzan a valorar alternativas antes poco realistas. Mientras tanto, tanto desde la dirección de Navegación Aérea como desde AENA y Fomento el secretismo con el que se lleva la inminente escisión de la empresa en dos unidades de negocio es no ya evidente, sino manifiesto.

AENA sigue obstinada en culpar a los controladores de todos los males del sector y es incapaz de entonar el necesario «mea culpa» sobre sus decisiones operativas desde el día 5 de febrero, a pesar de las contínuas reclamaciones de las compañías aéreas. El silencio del Ministro de Fomento, José Blanco, es ya escandaloso.

AENA paga lo que le da la gana, ya sea un céntimo de euro o tres pi coseno de teta euros: ni ellos saben cómo pagar, mientras doña Carmen Librero Pintado sale en Telemadrid y miente sobre retribuciones y sobre todo lo demás. Y el Sr. Lema Devesa, ¿alguien sabe dónde está?

La crisis canaria del día 21 todavía resuena en las torres y en los centros de control, como un aviso a navegantes de lo que podría ocurrir. El botón nuclear descansa al lado de la pantalla de radar. La desmotivación es manifiesta. Cierto comisario europeo afirma que no es posible construir el Cielo Único Europeo sin una negociación con los controladores, y este hecho es obviado por aquellos que se aferran a su poltrona de la gestión. Los ecos de los ceses y la guadaña del Ministro retumban en el horizonte.

Las empresas interesadas en la tarta aeronáutica deshojan la margarita. Llaman a unos y a otros, porque sienten que no les han contado toda la verdad.

Y el tiempo sigue contando. Ya vienen. Ya están aqui.

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