Depurando responsabilidades
John White
Para general conocimiento, el Presidente de Aena se llama Juan Ignacio Lema Devesa. Su segunda de a bordo, directora de Navegación Aérea, se llama Carmen Librero pintado. El director de recursos humanos de navegación aérea se llama Salvador Merino Moína.
No puedo por menos que preguntarme dónde están. ¿Se estarán comiendo una paella en su casa en el día de la Inmaculada como si tal cosa mientras los militares toman el mando de las dependencias que ellos han venido gestionando de manera incapaz? Comentan los controladores que se encuentran a gusto con los militares en las dependencias, en comparación con los personajes subalternos que estos figuras del acoso laboral les habían puesto anteriormente. Es muy revelador.
Aquí la vergüenza, el honor y la moralidad brillan por su ausencia. Así es este país.
Desde la llegada de Juan Ignacio Lema Devesa a la presidencia de Aena, varios meses posterior al nombramiento de Carmen Librero como directora de navegación aérea, España ha estado en un sin vivir de conflictividad laboral con los controladores aéreos jamás vista en ningún país o empresa medianamente bien gestionada. El director de RRHH, Salvador Moína, es la persona de Aena que ha estado presente en todas las rondas de negociación con los controladores desde tiempos inmemoriales, y persona responsable de no haber solicitado a la CECIR la aprobación correspondiente de las partidas presupuestarias, aunque, que se sepa, no ha tenido que responder por ello, al igual que los anteriores presidentes de Aena. Este trío maravilla de ases de la incompetencia, Lema, Librero y Merino, han llamado al brazo armado del Gobierno y de su aparato del estado cada vez que les ha hecho falta durante el último año y han sometido a los controladores aéreos a un brutal acoso laboral, moral y legislativo que tiene mucho que ver lo que pasó el pasado viernes. Se da la circunstancia, a modo de curiosidad, de que Carmen Librero se presentó a controladora en el año 1983 y suspendió. Carmen Librero, además, está imputada en la actualidad en varios procesos civiles y penales relacionados con temas de seguridad aérea, para más señas.
Todos ellos ocupan cargos políticos y han sido puestos a dedo por un Gobierno extremista y dictatorial que se dedica a inaugurar terminales aeroportuarias faraónicas, como la de León, a las que no vuela nadie, en medio de una crisis económica y de un conflicto con los controladores que ha ido a más. Estos personajes de corbata de seda natural y despacho con mesa de caoba no han accedido a sus cargos por oposición. Sus sueldos los pagamos todos los españoles, y en algún lugar ya se publicó que los propios cargos del consejo de administración de Aena, ellos, se habían subido sus sueldos en tres años hasta cifras escandalosas por propia decisión. Lema y Librero, además, figuran en el consejo de administración de varias empresas filiales de Aena, como Ineco, que curiosamente presenta balances saneados mientras Aena adolece de una deuda de más de 12.000 millones de euros. Pero todo ello no les impide cargar contra las retribuciones de los controladores, que han accedido a sus puestos por oposición pública y transparente y que ya han declarado que sus reivindicaciones no son salariales: aceptan la masa salarial que se aprobó a golpe de decretazo con el RD 1/2010 y la posterior Ley 9/2010.
Me pregunto si estos señores, Lema, Librero y Merino, estarán durmiendo bien. Me pregunto si tratarán de terminar sus días en algún tranquilo retiro en otro consejo de administración mientras arde España. De consejo en consejo, y tiro por que me toca. Pues me parece que no. ¿Quien los va a contratar en el futuro? Su incapacidad manifiesta para gestionar Aena ha desencadenado una situación sin precedentes en la historia de España, cientos de miles de pasajeros se han visto afectados, la imagen de España en el extranjero es penosa y nadie sabe como se va a salir de esta situación. Yo les contrataría como capos de un campo de concentración. Ese cometido lo desempeñarían sin duda de manera ejemplar. Los hechos acaecidos el viernes 3 figurarán en su currículum y en su conciencia de por vida, y así debe ser.
Aquí no dimite ni Dios, al parecer. Pues que les cesen. Pero ya. Y que les responsabilicen penalmente de la situación actual, porque ellos han tenido en sus manos las herramientas necesarias que ofrece el estado de derecho – la negociación colectiva -para haber impedido los sucesos del viernes 3 de diciembre. Ellos han propiciado esta situación llevando al abismo a los controladores sin importarles ni la seguridad aérea, ni los pasajeros ni nada de nada. Han demostrado una incapacidad manifiesta en su gestión que tiene tintes penales. Han mentido canallescamente. Han manipulado a sus superiores políticos. Han abocado a los controladores a una situación de crisis psicótica generalizada que ha desencadenado graves consecuencias. Son los autores intelectuales del desastre, junto con José Blanco, sin lugar a dudas.
¿Quien es responsable de lo ocurrido, el que se derrumba emocionalmente o el que ha sido presionado sin cuartel hasta que lo haga? ¿Es responsable de sus actos un trabajador acosado por sus jefes? ¿Es que pretendían que ocurriese lo del viernes por alguna razón o agenda oculta que habrá que investigar? Me parece que la verdad es evidente en si misma: se ha querido privatizar Aena «hasta las trancas» a costa de todo y de todos, a golpe de látigo, a dentelladas, con la excusa y la cortina de humo de los controladores, a los que se ha puesto en la picota porque ha convenido.
Exijo el cese inmediato de este trío de personajes. Exijo que se investigue su patrimonio, porque me parece que puede haber sorpresas. Exijo que se levante acta de cada minúscula decisión que hayan tomado durante los últimos doce meses. Que se les diseccione en su gestión con microscopio electrónico. Exijo que se les pida cuentas a estos tres por la situación actual desde la fiscalía y las asociaciones de afectados. Exijo que den la cara y que tengan que dar explicaciones precisas, detalladas y milimétricas a un jurado popular, que les condene por su mala fe, su incompetencia, su desidia y dejación de funciones, su más que funesta y dictatorial gestión de las relaciones laborales y su chulesco semblante en todas y cada una de sus declaraciones públicas.
Y lo exijo para ya.