El temporal muestra las costuras de la privatización de los aeropuertos
CRISTINA BUESA/BARCELONA
Ha vuelto a pasar. La imagen de miles de pasajeros amontonados junto a sus equipajes en los aeropuertos europeos se ha repetido en la última semana. Esta vez el culpable ha sido el temporal. Bueno, para algunos han sido los aeropuertos, no la meteorología, que han pecado de falta de previsión. Para un día como hoy están programados más de 25.000 vuelos por el continente. Además, serán aviones que estarán llenos hasta arriba, ya que las anulaciones suponen un descalabro organizativo para las aerolíneas.
Los expertos consultados señalan en una dirección: la privatización. El hecho de dejar en manos de las empresas la gestión de los aeropuertos tiene inconvenientes. «Si quien se responsabiliza de comprar líquido anticongelante es un privado, lo más probable es que peque de escaso», lamenta un buen conocedor de las instalaciones aeroportuarias. La clave para entender esa tacañería está en que este producto caduca de un año para otro, con lo que las concesionarias optan por ajustar al máximo la compra. Si lo que ocurre después es una nevada de las dimensiones de la de la semana pasada y no pueden circular los camiones para reabastecer a los aeropuertos, la cosa todavía se complica más. Eso es lo que ha pasado en Francia o Bélgica.
REABRIR ANTES / El catedrático de Economía Aplicada de la Universitat de Barcelona Germà Bel sostiene que lo que se tiene que censurar es el tiempo excesivo que tarda una instalación en reanudar la actividad. «Un temporal así sí puede bloquear los aterrizajes y despegues de un aeropuerto durante unas horas, pero lo que no es asumible es que no se pueda reconducir la situación en varios días», se lamenta.
A la falta de anticongelante para los aviones o de sal para las pistas se suma la falta de maquinaria para acondicionar las instalaciones, desde quitanieves a cuchillas o esparcidoras de urea. La hiperdependencia del transporte aéreo hace el resto. Quince años atrás, el volumen de afectados hubiera sido mucho menor. Por ejemplo, en 1992 por el aeropuerto de El Prat pasaban 10 millones de viajeros, mientras que en el 2007 la cifra ascendió a 33 millones.
INSTALACIONES AL LÍMITE / A pesar de que en los últimos tres años la crisis ha castigado al negocio aéreo, las instalaciones aeroportuarias siguen siendo un polo de atracción. La democratización del uso del avión -favorecido por la eclosión de las compañías de bajo coste- ha hecho que cuando se dé una circunstancia excepcional como la nevada de la semana pasada, el número de damnificados tenga muchos ceros.
«Lo que menos le interesa a una compañía aérea es que se suspendan los vuelos. Durante las semanas de Navidad todos los aviones tienen una ocupación del 100%, con lo que si no salen, se tiene que devolver el importe de los billetes», razonan fuentes de una aerolínea española. Además, recolocar a los clientes que se han quedado sin trayecto es toda una odisea.
Barcelona y Madrid, con ampliaciones recientes, están en condiciones de asumir los retos. El aeropuerto de Fráncfort está al límite y el londinense de Heathrow, como se ha evidenciado en estos días, está saturado. Este último, además, está en manos privadas. «Esto no es una cuestión de malos y buenos. La liberalización, que es el modelo al que está yendo España, implica que las empresas particulares tienen otros incentivos bien distintos de los que tiene una administración pública», avisa Germà Bel.