Accidentes con vehículos en los aeropuertos: velocidad y alcohol
F. JAVIER BARROSO – Madrid – 21/03/2011
«Atención, Renault Kangoo a 57 kilómetros por hora». La voz surge al otro lado de la emisora de la Guardia Civil. Es del sargento Cobos, que dirige un radar camuflado situado junto a un avión. Acaba de cazar al conductor de una empresa de cateringduplicando el límite de velocidad establecido en las pistas del aeropuerto de Madrid-Barajas.
La frecuencia de estas infracciones fue la que obligó, hace meses, a Aeropuertos Españoles y Navegación Aérea (AENA, la empresa pública que gestiona el aeródromo) y al instituto armado a realizar de forma aleatoria estos controles de velocidad, así como otros de alcoholemia, para reducir el número de accidentes que se registran en los viales aeroportuarios.
Habían advertido que las cifras de siniestralidad del aeropuerto eran importantes. Y muy frecuentes los accidentes. Algunos de ellos con heridos graves, entre los cerca de 5.000 vehículos, de toda clase y condición, desde pequeños turismos hasta grandes camiones cargados de combustible, incluidas las escaleras de acceso a los aviones, que son difícilmente catalogables como vehículos, y que circulan por los viales del aeródromo.
«Un accidente en la plataforma [las pistas aeroportuarias] puede tener consecuencias muy graves y por eso decidimos tomar medidas para que la gente vea que no se puede saltar los límites de velocidad», explica el sargento Cobos.
Los controles se colocan en lugares muy distintos y en función de las ocupaciones que tengan los señaleros de AENA (los encargados de la circulación dentro de las pistas) y los integrantes del Equipo de Vigilancia Aeroportuaria (EVA) de la Guardia Civil. Estos últimos son los encargados de controlar el radar -propiedad de AENA y valorado en 6.000 euros- y de comprobar que no se produzcan problemas a la hora de notificar la denuncia.
El radar va camuflado en una furgoneta del aeropuerto y carece, lógicamente, de cualquier señalización exterior. Apoyado en esta ocasión sobre el respaldo del copiloto, también puede colocarse en un trípode o en una superficie estable. Es de láser y el operador solo tiene que seguir al vehículo cuya velocidad quiere medir. En cuanto detecta un exceso suena un fuerte pitido y empieza a grabar. El conductor, ajeno a todo esto, no sabe que acaba de ser detectado.
La furgoneta se coloca junto a un avión de una compañía de bajo coste junto a la T-3. Se trata de una zona muy peligrosa, según la Guardia Civil, porque hay dos pasos muy importantes de aviones. Es lo que se conoce como dos rodaduras de aviones. «Es uno de los puntos negros del aeropuerto donde hemos detectado más accidentes», explica el sargento. El vehículo de control pasa inadvertido. Parece que está prestando algún servicio en la aeronave.
Nada más lejos de la realidad. Al minuto de colocarse salta el primer positivo. La furgoneta Renault Kangoo circula a 57 kilómetros por hora. En cuanto dé la vuelta se encontrará con que los señaleros y los guardias civiles del EVA tienen lista una notificación de multa.
El conductor, Oswaldo Fernández, admite que acaba de salir de la T-4 y que ha tomado un camino dentro del aeropuerto que desconocía. «Es la primera vez que vengo por acá. Iba rápido porque tengo mil cosas que hacer y no iba pendiente de la velocidad», se excusa con cara de resignación. Será la primera denuncia para este conductor que lleva cuatro años trabajando en Barajas.
Las sanciones de AENA no son económicas. El infractor puede quedarse sin el permiso para conducir en plataforma (PCP), el carné personal e intransferible que sirve para circular por dentro del aeropuerto. Entró en vigor en 1994 y consta de 25 puntos. Si la falta es leve (se circula a una velocidad no muy alta), tan solo se apercibe al infractor. Si llega a grave, acarrea la retirada del PCP durante un mes. La reincidencia puede conducir a la retirada definitiva del permiso y de la acreditación personal (AP) que permite trabajar en las pistas. «En Barajas tenemos unos 20.000 PCP. Todos los días hay miles de movimientos en el aeropuerto y se necesita una seguridad muy alta. Un accidente puede suponer que no salga un avión. Hay que tomar medidas de este tipo», afirma una de las jefas de la División de Operaciones, Ana Isabel Navarrete. «No entiendo cómo la gente puede jugarse el sueldo. Saben que hacemos controles y, sin embargo, algunos siguen corriendo una barbaridad», añade el sargento Cobos. El récord de velocidad lo tiene una furgoneta fotografiada a 97 kilómetros por hora en el túnel que une la T-4 con la satélite, una zona limitada a 50 kilómetros por hora.
El radar permanece junto al avión. El número de infractores baja a medida que pasa el tiempo. La razón es sencilla: una vez denunciado el primero, este avisa al resto de compañeros. Y estos prefieren dar un rodeo para evitar el control. «Algunas veces hemos tenido hasta cola para notificar. En una hora hemos llegado a denunciar a más de 15 vehículos», añade el mando de la Guardia Civil. Eso sí, las incidencias por velocidad han bajado en los últimos meses.
Inmediatamente salta la señal. Una furgoneta que lleva a las tripulaciones de los aviones circulaba a 43 kilómetros por hora. En este caso, solo recibirá un apercibimiento. Enseguida cae otro infractor: una furgoneta Berlingo de una empresa de desratización, a 61 kilómetros por hora. Una falta muy grave. Su conductor, José Faba, protesta: «Esto es una chorrada, porque aquí dentro se puede ir a 50 o 60 kilómetros sin problemas y sin causar ningún tipo de peligro. Es lo mismo que reducir la velocidad en autovía a 110».
En cuanto los agentes finalizan su denuncia, reciben por la emisora otro caso: «Furgoneta Peugeot, 60 kilómetros por hora». La conduce José Luis Blázquez, que lleva ocho años en el aeropuerto de Barajas. «Pasamos muy poco por aquí. No he visto ni el radar», reconoce el afectado.
Los guardias y los señaleros deciden terminar el control y pasar a las pruebas de alcoholemia. La diferencia es que en Barajas se la pueden hacer a cualquier persona que esté en la plataforma. El límite es de 0,15 miligramos de alcohol por litro de aire espirado, el mismo que los conductores profesionales y noveles en la calle. En este caso las sanciones son más duras. Si no sobrepasa los 0,25 miligramos, se considera una falta grave y se retira el permiso y la acreditación durante seis meses. Si supera esa cifra, ya es una falta muy grave que implica la retirada definitiva del PCP y de la AP. «Son controles preventivos y no buscamos sancionar por sancionar. Vamos tras el que puede causar problemas», mantiene Cobos. «Durante el tiempo de suspensión del PCP y de la AP, las empresas suelen colocar a los infractores en otros puestos», tercia Navarrete.
La zona elegida es una de las de entrada y salida de la T-4. Los guardias se colocan en ambos sentidos. «Cuando se da un incremento de positivos es en verano y sobre todo en el turno de tarde-noche. Es frecuente el que ha estado en la piscina y se ha tomado varias cervezas antes de entrar a trabajar», explica el sargento.
Carmen, una empleada de Iberia, se ve sorprendida por el control. Ha soplado varias veces, pero nunca ha dado positivo. «Siempre llevo mi botellita de agua. Estos controles me parecen fenomenal porque si vas bebido puede haber muchos problemas. Aquí circula mucha gente», comenta esta empleada entre sonrisas. En menos de media hora los agentes hacen una decena de controles y todos son negativos: 0,0 gramos. Una vez comprobado que la pista está tranquila y que se echa la noche encima, deciden poner punto final al control.
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