El preboste, el secarral y el perro muerto
Eloy Orgaz
Érase que se era un secarral hispánico de tomo y lomo, con el cardo ese que siempre se nos clava en el calcetín, la víbora venenosa, el apapajo y el tractor corroído por el óxido. En su tiempo dio melones, pero como no hay subvenciones de los europeos se ha dejado morir a su suerte. Las viejas historias de lindes, a lo Puerto Hurraco, ya no se estilan. Ahora las cosas se hacen de otra manera.
Ahora lo que se lleva es el desarrollo sostenible de la comarca para incentivar el turismo rural, o si se tercia el complejo hidrotermal con vistas al mar (si lo hay) o al monte esquilmado por los incendios y la pertinaz sequía. El plan de ordenación urbana, un bonito eufemismo de la carencia del preboste por el pelotazo fácil, reconvierte el trigal en complejo turístico de simpar belleza y el olivar revenido en aeropuerto autonómico. Opcionalmente, las suites junior y la presidencial ofrecen vistas a unas ruinas visigóticas que pronto serán arrasadas por las excavadoras para la ampliación del ala este del recinto.
En lontananza, los coches oficiales se asemejan a los grajos, que carajo, todos fúnebres pero blindados y con hilo musical de “lounge” decadente. Las excavadoras siguen discretamente por detrás, porque las obras no han terminado, se acercan las elecciones y debemos poner a salvo de los flashes de los fotógrafos llamados al envite las vergüenzas del hormigón a medio fraguar.
Se baja el primer preboste. Viste traje color buitre muerto y corbata colorida. Le siguen otros tres, pero ya no pasa como con el Caudillo, que venían el boticario, el cura y La Collares. Ahora vienen el “menistro”, media docena de consejeros, el alcalde bicéfalo y transfuguista, el constructor con hotelito en Benalmádena, la paparazzi con contrato temporal y ganas de medrar en los medios y una señora con falda tubo de color rosa que nadie sabe quien es.
Suena una fanfarria pomposa que ha compuesto el hijo trompetista del alcalde. Todos se ponen un casco de color amarillo, como si algo les pudiese caer en la cabeza. La de rosa se anima y combina con su ya llamativo atuendo un chaleco reflectante verde fosforescente que le ha pasado alguien (así parece que trabaja, la buena mujer). Se ha preparado un podio de autoridades, muy mono la verdad, pero precariamente montado. El preboste ministro da un traspiés y está a punto de conocer de primera mano la escala de Moss en dureza de materiales. Renqueando y medio descompuesto se acerca al atril institucional y pronuncia unas bellas palabras que le ha escrito su directora de comunicación, una víbora de la peor calaña que milagrosamente ha encontrado su sitio en la vida con estas cosas.
Una niña vestidita de blanco, con trenzas, le entrega un ramo de flores al alcalde, que se lleva a matar con el ministro preboste pero sonríe servilmente. La esposa del alcalde ha decidido no venir porque está harta de inauguraciones y de cornamentas. Ha preferido quedarse en su tienda de complementos del nuevo centro comercial recientemente recalificado y reconstruido, de cháchara con otras mujeres-trofeo a las que también les han puesto una tiendecita para que no den la lata.
Como público espectador del glorioso acto de inauguración del nuevo Aeropuerto Internacional de Cantalejos del Monte contamos con un perro muerto olvidado en la cuneta, un pato que se esconde entre la reseca maleza, dos agricultores que se aburrían, seis topillos y una perdiz moteada que ha escapado de la cacería del fin de semana.
Concluye el acto. Se ha cumplido con el sagrado deber de vertebrar España a base de reformas estructurales que aseguren la convergencia europea y los objetivos de Moody’s. Los maletines, negros también, como sus almas, ya están a buen recaudo en manos de testaferros con MBA y apellido compuesto.