Publicidad engañosa
Lo C. Gutiérrez
La publicidad engañosa es aquella que sirviéndose de cualquier treta, incluida su presentación, induce al destinatario a cometer un error que suele conllevar perjuicio económico y en ocasiones -lo que es más grave- riesgo para la integridad física del consumidor.
Hace unos días cayó en mis manos un cuatríptico de AENA que, según una amiga ilustradora, está impreso en cartulina Offset especial. La superficie de este tipo de papel está cubierta por una mezcla de minerales y arcilla que lo hace ideal al tacto, resistente y de excelente definición. No es difícil deducir que las bondades de la pasta de celulosa utilizada no salen precisamente baratas, pero eso da igual, que para eso es AENA y se gasta en maquillaje lo que recorta en seguridad, porque –ya que estamos de anuncios- ella lo vale, vamos.
El folleto en cuestión es ideal. Sobre un fondo azul crepuscular resaltan dos o tres instantáneas de colores vibrantes que reflejan florecillas, además de alguna colina, y que contrastan con otras muy tenues donde se observan escenas de cotidianidad aeroportuaria. Todo muy relajante, como para transmitir buenas vibraciones y mensaje subliminal del tipo: “No podemos ser más profesionales. Están ustedes en las mejores manos”.
Con la guardia baja ante tanto alarde gráfico del buen hacer, pasamos a leer el texto y ojo porque si uno no tiene el espíritu crítico algo cultivado, habrá comprado muchos números para caer en la trampa.
Uno de los párrafos introductorios dice textualmente: “Actualmente, su red (la de AENA) está integrada por 47 aeropuertos y dos helipuertos en España y 16 aeropuertos en Iberoamérica, además de 11 aeropuertos en el resto del mundo. Aeropuertos dotados con instalaciones modernas y atractivas, preparados para ofrecer la más variada gama de servicios comerciales y comprometidos con su medio ambiente”.
Lástima que sesguen la información y no informen al ciudadano de que solo 13 de esos 47 aeropuertos son rentables y que las modernísimas infraestructuras faraónicas construidas en los últimos años para satisfacer egos de políticos mediocres han llevado al ente público a acumular una deuda de 12.000 millones de euros para la que unos gestores de incapacidad demostrada solo han encontrado solución vía privatización. Lástima que tampoco se informe de que aquí regalamos aeropuertos a empresas concesionarias previamente lucradas con la construcción de los mismos mientras concursamos para que nos liciten otros en el extranjero. Paradojas de la vida. Y lástima también que se omitan las expropiaciones y daños causados al medioambiente que ha supuesto tanta obra innecesaria.
El apartado de navegación es particularmente jocoso: “La Dirección de Navegación Aérea es responsable de la gestión del tránsito aéreo, de la información aeronáutica y de las redes de comunicación, navegación y vigilancia que necesitan las compañías aéreas y sus aeronaves para moverse con seguridad por el espacio aéreo español con seguridad, fluidez, eficacia y puntualidad”.
Qué quieren que les diga, pero leer eso e invadirme una sensación a medio camino entre el pasmo y la indignación es todo uno. Cualquiera que haya pisado un aeropuerto últimamente habrá podido comprobar que los retrasos están a la orden del día y, si además se ha informado, un poco habrá podido constatar que varios aeródromos españoles se encuentran entre los que más minutos de demora acumulan en Europa. Que se considere fluidez y eficacia al hecho de unir sectores y disminuir las millas náuticas de separación con el único propósito de aumentar la capacidad, sin haber hecho estudios de impacto ni simulación alguna, me parece cuando menos una desfachatez y cuando más un despropósito. Y alardear de seguridad cuando lo único que parece primar es el beneficio económico a toda costa, me parece un ejercicio de cinismo sin parangón.
¿Qué eficacia, seguridad y puntualidad pueden esperar los usuarios de la T4 de Barajas donde opera un Servicio de Dirección de Plataforma –SDP– desde el 24 de noviembre? ¿Saben esos usuarios que los pilotos están recibiendo autorizaciones de control, es decir, están siendo separados por personal no controlador que ha recibido una formación exprés y no está convenientemente habilitado? ¿Son conscientes de la tropelía que supone que la AESA esté encubriendo todas estas irregularidades? No sé si se es plenamente consciente de todo lo que esto implica, pero me pregunto si alguno de ustedes cedería ante la posibilidad de ser operado no por un cirujano en condiciones sino por alguien que ha recibido un curso de primeros auxilios y que ha aprendido terminología médica mientras veía unos capítulos de House. Si la respuesta a ese planteamiento es, como se presupone, negativa ¿por qué nos subimos tan alegremente al avión sin cuestionar decisiones que pueden afectar a nuestra integridad física?
Dignas de atención son las palabras dedicadas a los profesionales altamente cualificados que “trabajan para hacer realidad una de las mayores empresas españolas” (SIC): “El avanzado componente tecnológico desarrollado por AENA requiere de personas altamente cualificadas y en constante proceso de formación… Un Gran equipo humano que podemos ver en los aeropuertos: en las terminales o en las plataformas, haciendo que todo funcione con eficacia y agilidad. Y muchos otros que, anónimamente, prestan un gran servicio al cliente desde las torres de control, los parques de bombero o las oficinas, planificando y gestionando una gran empresa con un gran objetivo: ofrecer las más altas cotas de seguridad y comodidad a todos sus clientes”.
Me disculparán, pero a estas alturas del folletín, una ya se ríe por no llorar porque concederán que alabar de ese modo a un personal integrado, entre otros muchos, por un colectivo -el de los controladores aéreos- que lleva alrededor dos años siendo vilipendiado ante la opinión pública, cuyo marco laboral ha sido cambiado 30 veces gracias a ese mecanismo llamado Real Decreto Ley que tan bien le ha venido al Ministro de Fomento cada vez que no le cuadraban sus cábalas de iluminado y que tiene que luchar en los tribunales por recuperar derechos que se les presupone a cualquier trabajador, es simplemente hipocresía con mayúsculas.
No está de más recordar que el servicio de bomberos también ha sido concesionado, lo que implica despropósitos varios, tales como que un avión con pasajeros a bordo reposte sin un camión al lado como solía ser lo habitual o que el tiempo en que tarden en socorrer un accidente sea considerablemente mayor a los 3 minutos que les llevo llegar al lugar del siniestro de vuelo JK5022 de Spanair frente a los 45 minutos que tardaron en personarse los de la Comunidad de Madrid.
El mejor momento, sin embargo, me lo depararía la lectura de la fecha de impresión: enero de 2011. Un mes justo después del disparate acontecido en los aeropuertos españoles debido al cierre del espacio aéreo propiciado por AENA. ¿No es el súmmum de la sátira?
Cuando uno se siente estafado por cualquier tipo de publicidad ilícita siempre puede recurrir a la Oficina del Consumidor, pero ¿qué hacer cuando el que te estafa es el mismísimo Gobierno? Deberíamos empezar a reclamar responsabilidades porque ya está bien de que haya tanto pájaro suelto yéndose de rositas.
http://aneyeinthesky.blogspot.com/2011/11/publicidad-enganosa.html