Carta abierta a Lema Devesa, presidente de AENA
Jorge Ontiveros, Controlador aéreo
Estimado Sr.:
Me dirijo a usted para manifestarle mi respeto y admiración, como empleado de la empresa que tan dignamente preside, por la labor que ha desempeñado durante los años que he tenido la suerte de contar con su sabia guía. Años sin duda convulsos, en los que se ha esmerado por sacar lo mejor de sus trabajadores pensando en el bien de nuestra organización, de la sociedad y de España. Tiempos de profundos cambios que, sin duda, marcarán el camino a seguir por los dirigentes de otras compañías, beneficiarán a nuestros clientes y allanarán a buen seguro la senda de la gerencia de quien le vaya a sustituir en, quizás, sólo unas pocas semanas.
Pero no quiero malgastar esta oportunidad en floridos elogios que usted no necesita, sino aprovechar para hacerle llegar mis impresiones de lo que han significado para mí estos años de aprendizaje bajo su cualificada dirección.
Observo admirado, que está usted ocupando con denuedo las últimas semanas en su puesto para pasearse por distintos foros a hacer balance de su gestión al frente de Aena. Ese hecho, que en cualquier otro caso podría significar el deseo de un profesional competente, serio y cabal de publicitar sus dotes como gestor a fin de que sus posibles futuros empleadores -aunque ya sé que a usted no le va a faltar trabajo- se fijarán en alguien extremadamente capaz, que ha sabido sacar con acierto a una gran empresa de los graves problemas estructurales y financieros que tenía a su llegada dejándola en tiempo récord en la «pole position» para liderar el futuro en su ámbito de actividad, se torna en cambio en un chiste malo cuando quien lo protagoniza es usted.
Fíjese, que nada tendría que decir al respecto si se estuviera limitando a hacer un balance global y discreto, aunque fuera un poquitín inexacto, de sus logros en este tiempo que ha estado para nuestra desgracia entre nosotros. Al fin y al cabo todo el mundo exagera en el currículum. Si así fuera, me limitaría a hacer una mueca burlona y a pensar en lo candoroso que sería el headhunter de turno que cometiera el error de creerse todo lo que usted estuviese contando en tanto bodrio de entrevista, artículo o sarao de los que últimamente frecuenta. Pero no pasaría de ahí, se lo juro por Snoopy. Y hasta es posible, que le deseara mala suerte en su futuro (después de todo, no me negará que usted me ha fastidiado la vida y que estoy en mi derecho de desearle lo que me de la gana para la suya).
En cambio, resulta llamativo, preocupante y revelador, que en esas intervenciones de autobombo no pare de justificar de forma machacona su actuación en relación con el conflicto de los controladores aéreos, mi gremio, mientras dedica un breve e insignificante espacio del tiempo o de las páginas que le ofrecen -probablemente a precio de ganga- para pasar de puntillas sobre el resto de sus logros, que en realidad han sido como bien sabe muy pocos. Lo que me lleva a pensar que su intención no es vender las bondades de su gestión al frente de Aena, sino otra cosa.
Para empezar, resulta de muy mal gusto que utilice el acto de entrega de un premio a un excelente profesional del periodismo aeronáutico y amigo para, aprovechando tan solemne acto, colar de rondón su cuña publicitaria sobre lo desalmados que antes eran los controladores y lo bien que usted les ha metido en vereda. Una actuación sin duda alguna imperdonable que manchó un momento dulce y que, con toda seguridad, habrá dejado a mi amigo trastornado para los restos.
Para continuar, se pasea usted con garbo por diversos medios con la misma y cansina cantinela. Y hasta estoy por pensar que a costa de Aena.
Una de las intervenciones que más me han llamado la atención de su peculiar y personal campaña de marketing, apareció recientemente en el número 86 de la revista «Executive Excelence». En la entrevista que usted mismo se hace -porque si no es así es que el periodista es un manta o está bien untado-, dedica más o menos y a ojo de buen cubero el 85% de las más de 4.000 palabras que tiene la misma al tema recurrente de los malvados controladores, dedicando un escuálido 15% -también a ojo de buen cubero- a tratar otros temas en apariencia secundarios. De ahí, que entienda que usted ponga el énfasis en el tema que le lanzó al estrellato y que dedique apenas unos cientos de palabras a otras insignificantes cuestiones porque, al fin y al cabo, no le sirven para ponerse medallas. Si ese es su currículum después de estos años de trajín e incordio, resulta francamente decepcionante. Pero veamos.
Según usted, las líneas estratégicas que han guiado su gestión han sido, cito textualmente: «la reforma de la navegación aérea, garantizar la viabilidad económico-financiera de Aena, el nuevo modelo de gestión aeroportuaria, los temas de medioambiente y ser capaces de gestionar el día a día de nuestros aeropuertos con seguridad, calidad, eficiencia y competitividad».
No le niego, que me he echado unas risas a su costa, por lo que le ruego me perdone porque no está en mi ánimo molestarle. Pero es que la consecuencia que saco de su gestión es que no ha conseguido ninguno de esos objetivos. Salvo que desmantelar, regalar, mentir, manipular y difamar sean sinónimo de buena gestión. Por tanto, de «bombo y platillos» nanai.
Se le llena a usted la boca de «eficiencia», pero no aclara del todo qué parte de su gestión ha sido la beneficiada con ese don. Porque desde luego el control del tráfico aéreo no ha estado bendecido con semejante regalo. Y que conste, que no lo digo por cómo ha tratado a mi colectivo, sino porque, a título de ejemplo, la gestión de la seguridad es en la práctica inexistente, la formación continuada deplorable y la gestión por lo que a control respecta parece más bien un equipo de bailarinas cojas de tercera que a usted no le ha interesado en absoluto reestructurar dotándola de profesionales competentes y de contenido. Amén de otras cuestiones a las que referiré más adelante.
Me ha alegrado sobremanera comprobar, que por fin reconoce que mintió en el transcurso de su comparecencia en el Parlamento porque a estas alturas de la película ya distingue, ¡Dios sea loado!, entre los controladores operativos y los que se dedican a otras tareas, que no voy a denominar «gestión» porque sin menospreciar el excelente trabajo y dedicación de un selecto puñado, con el resto me da la risa floja y ya no está uno para tanta excitación. Por cierto, que bien se ha servido de ellos en todo este tiempo para que vigilaran, como obedientes alguaciles, que bogábamos en galeras al ritmo que usted, como supremo cómitre, marcaba. Y hasta se ha preocupado de que esos ex-controladores recibieran un suculento sobresueldo, superando de ese modo en mucho la soldada que percibimos quienes, a diario, hemos venido sufriendo los efectos de su desastrosa gestión y sacando a golpe de remo el tráfico adelante. Lo digo por eso de la productividad, ya sabe…
Más adelante habla usted de que la negociación fue un fracaso absoluto y culpa de ello al sindicato. Pero lo que no dice, es que era moneda corriente en los últimos tiempos que los negociadores de Aena replantearan en la siguiente reunión acuerdos cerrados en la anterior y claro, así no había quien avanzase. Más tarde se vería, que la intención precisamente era sabotear los acuerdos para poder justificar en su momento de forma artificiosa lo inviable de la negociación. Muy listo.
Llama también la atención, que usted ponga el acento en que lo prioritario durante todo el proceso de linchamiento era cumplir la ley, cuando lo primero que hizo aquella nueva ley del 5 de febrero de 2010 fue, de hecho, modificar a su conveniencia la ley para poder «legalmente» incumplir los pactos alcanzados durante años y reventar sin trabas el convenio colectivo de control. Asimismo, aprovecha para poner énfasis en el preámbulo de la misma y no es para menos, porque de un total de 12 páginas, 8 eran de exposición de motivos repletos de falacias con el objetivo de que más tarde, como usted desvela, los tribunales se limitaran a creer lo que allí había redactado simplemente porque estaba publicado en el BOE para, de ese modo, poder desestimar de un plumazo las demandas presentadas por los controladores. Como así ha sucedido.
Famosa, por cierto, es aquella primera sentencia de la Audiencia Nacional redactada en tan solo 4 días, siendo dos de ellos sábado y domingo -¡y luego hay quien dice que la justicia española es lenta!-. Ni más ni menos que 65 páginas de verborrea jurídica infumable adornada con las irrebatibles pruebas que suponían la referencia a la exposición de motivos de la ley mencionada y a artículos periodísticos tendenciosos a falta de otras más consistentes, que junto a apreciaciones subjetivas y valoraciones desproporcionadas que recordaban más a un auto de fe de la Santa Inquisición que a lo que cabría esperar de un tribunal de justicia imparcial, dieron como resultado una sentencia incunable digna de estudio por las escuelas de práctica jurídica. Y qué decir acerca de que «los derechos fundamentales no son absolutos», pues que es una majadería para desternillarse, o para llorar, según se mire. A eso lo llaman en mi pueblo prevaricar. Así de clarito.
Cuanto más lo pienso, más patente se me presenta la conspiración. Lo tenían todo bien urdido. Un extensísimo prólogo a la ley repleto de verdades a medias y mentiras completas, un juez -hijo de un panadero a quien su padre le dijo que tenía que aprender una profesión en la que se cobrara por firmar- colocado ad hoc en la Audiencia Nacional y afín al partido gobernante con favores que pagar o disciplina que cumplir a quien le serían asignadas las demandas judiciales que presentaran los controladores, una primera sentencia desestimatoria previamente cocinada a fuego lento con ingredientes envenenados, un ejército de abogados del Estado en alerta nacional como si los intereses del resto de los españoles carecieran de importancia, un plan perfectamente orquestado que incluía la militarización de los controladores -que no controladores militares, que era su falsa amenaza-, la compra a saber a qué precio de la voluntad de algunos medios de comunicación, de periodistas del tres al cuarto y hasta de programas de cotilleo basura, y la orden de seguir al pie de la letra sus dictados por parte de los medios gubernamentales a fin de difamarnos a discreción y con impunidad ante la sociedad.
Dice usted, que barajaron distintas posibilidades en caso de huelga. Pero sabe muy bien, que ninguna de ellas ayudaba a sus planes porque significaba, de facto, alargar sine die la agonía y suponía la constatación palpable de su incompetencia (o encubierto desinterés) para la resolución del conflicto, y eso no se lo podía permitir. De modo, que «esa» que usted comenta como posibilidad más improbable por estar fuera del marco jurídico; la huelga salvaje en plan kamikaze a lo indio Sioux frente a la carga del Séptimo de Caballería al mando del Coronel Custer, precisamente porque sería la más evidente para todos los espectadores y la que le salvaría las posaderas era la que usted necesitaba. Y hacia ahí fueron dirigidos sus esfuerzos. A partir de ese momento, el objetivo era machacar con saña al colectivo de controladores aéreos. Ya sabe cómo; decreto por aquí, decreto por allá en plan prestidigitador. Y, sobre todo, cumplir la ley.
Por supuesto, el truco estaba en que debía tratarse de normas incompletas y hasta cierto punto chapuceras de modo que diera la impresión de estar redactadas por ignorantes de lo que el control aéreo es. De ese modo, podían aprovechar para redactar nuevos decretos «aclaratorios» o «complementarios» y así hasta el infinito, mientras de forma paulatina se iba despojando de derechos a los controladores, incluidos algunos de los fundamentales, al tiempo que se saltaban precisamente la ley que usted asegura con tanto empeño defender. Y todo con el aplauso casi unánime del Parlamento español.
La trampa estaba puesta y sólo faltaba dar la puntilla para que se produjera lo «impensable». Pero había que hacerlo con sigilo. Ya sabe, el espionaje del Centro Nacional de Inteligencia, el seguimiento, las escuchas ilegales. Cosas de novelas y películas…
El momento se acercaba. El golpe final debía ser certero, contundente, ejemplar y definitivo. Con magistral competencia fueron dosificando sus mandobles a la espera de que llegara el momento programado de apretar el botón rojo que explosionara su bomba atómica. El puente de la Constitución y el día D se acercaban. La maquinaria estaba engrasada. El CNI transmitía puntualmente al ministro del Interior los movimientos y las conversaciones telefónicas de los dirigentes sindicales. Los altos mandos del Ejército llevaban desde meses antes avisados de que se iba a poner en marcha una operación nacional a gran escala. Ya se les diría el objetivo. Muchos despistados dedujeron por filtraciones interesadas que Marruecos era la causa. Y aunque habían sopesado en un principio la posibilidad de que los controladores militares pudieran tomar las riendas del control del tráfico aéreo para que el efecto aún fuera mayor, emulando de ese modo lo sucedido en el año 1981 con el presidente Reagan, conocer su insignificancia en número y su inadecuada preparación para hacerse con el mando ejecutivo del tráfico aéreo civil les llevó a tomar conciencia de que, de intentarlo, harían el mayor de los ridículos. De ahí que, en principio, podía bastar con difundir que iban a formar en unos meses todos los controladores necesarios. Mentira.
Preparada la emboscada para el 3 de diciembre, el día D, después de convenientemente caldeado el ambiente y enrabietadas las masas, llegaría el momento decisivo. La puesta en escena necesitaba, por supuesto, que los principales protagonistas del thriller, los controladores, reaccionaran como tenían ustedes calculado. Pero era necesario contar también con un elevado número de actores secundarios sacrificables por el bien de la causa. Y cuantos más, mejor. Pero como por razones obvias no se conformaba con los pasajeros de un solo aeropuerto, aunque fuese de los grandes, usted necesitaba a los de todos los aeropuertos. Y no puede tener queja, porque se apuntaron al casting ni más ni menos que 600.000 enfervorecidos extras para un espectáculo que tendría más de 45 millones de espectadores en España y varios cientos de millones en todo el globo. Casi un récord Guinness. Casi.
Pasaban las horas y los gabinetes de crisis que se habían enclaustrado en los ministerios de Defensa, Fomento, Justicia e Interior, así como el presidente del gobierno, que canceló su viaje a Argentina para estar en el país cuando se decretara el programado Estado de Alarma -inconstitucional, afirmo-, comenzaban a ponerse nerviosos. El ministro de Fomento se comía las uñas y usted daba palmas hasta con las orejas. Y bastó que la espoleta la activaran tan sólo unos cuantos controladores de una sola dependencia de control, para que de forma inmediata -y un tanto torpe, debe usted reconocerlo- varios de sus alguacilillos dieran la voz de alarma para que se precipitara la reacción en cadena prevista en la forma de inmediato cierre patronal. Eso a pesar de que todos los controladores seguían en sus puestos. Lo que vino después ya lo conocemos todos y pasarán algunos años antes de que la memoria colectiva olvide ese negro episodio nacional del que ahora, por cierto, se cumple un año.
Muchos se preguntarían más tarde, si el gobierno no podía haber esperado a publicar aquél decreto aclaratorio de otra aclaración a después de ese largo y emblemático puente. Nunca nadie ha dado respuesta a esa incógnita. Y nadie lo ha hecho, precisamente porque el plan era obligar a los controladores a tomar la decisión que usted y sus cómplices habían con maestría maquinado para la comedia de ese día y no otro. El objetivo: provocar el caos. Cuanto más monumental, mejor.
Calificar de «antidemocrático y un desprecio al Estado de Derecho» lo que sucedió aquel 3 de diciembre de 2010, tan sólo confirma su ignorancia sobre lo que una cosa y la otra significan, y desvía la atención de quienes en realidad se pasaron las leyes, el Estatuto de los trabajadores y el Estado de Derecho por el arco del triunfo, y retorcieron la Constitución hasta casi asfixiarla para someter a un pequeño colectivo de trabajadores, manipular a la sociedad y secuestrar a más de medio millón de personas sin importarle a ninguno de ustedes el coste personal, moral y económico que su desproporcionada acción les pudiera acarrear.
Como ve, yo también tengo una historia verosímil. No tiene aún la credibilidad que le daría estar publicada en el BOE, pero espero que más pronto que tarde un juez honesto e independiente, de esos que dejan sus prejuicios en la taquilla cuando se ponen la toga, llegue algún día al fondo del asunto y ponga a cada cual en su sitio.
Pierde usted credibilidad cuando dice, que «el sindicato de controladores denunció que Aena había estado armando una trama para desacreditarles. Por supuesto, no fue así. Nuestra obligación era preparar una estrategia de previsión y tener cubiertos todos los escenarios».
Y la pierde por la sencilla razón, de que no es creíble que usted tuviera «cubiertos todos los escenarios» pero que le pillara por sorpresa lo que sucedió ese día. A ver si se aclara ¡hombre de Dios! (es un decir) ¿Tenía todos los escenarios cubiertos, o no? ¿Es usted tan competente como se postula, o no? ¿Seguro que su «escenario» no contemplaba el perjuicio que ocasionaría a los pasajeros la publicación al inicio de un largo puente de un decreto que contradecía un decreto anterior y que endurecía, más si cabe, las condiciones de trabajo de los controladores? No señor, no cuela.
Porque de colar, se demostraría que usted en realidad no es tan competente como se cree, que no lo tenía todo tan controlado como afirma y que debería responder por ello ante los afectados y ante la justicia. Y de no colar -porque no cuela, repito, y con ello le estoy echando un piropo aunque me pese-, si estaba todo tan bien planificado como usted asegura, resulta difícil creer que una persona tan «competente» no tuviera previsto lo que sucedería tras la publicación del decreto de marras. Sin pasar por alto, que no hay que ser muy listo para atar cabos y comprender, que resulta difícil entender una reacción tan inmediata y bien organizada de empresa, gobierno, cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado y medios de comunicación sin haberlo tenido todo bien planificado. Por no mencionar lo sospechoso que resulta que días antes se cancelaran permisos de militares y policías, que desde el mes de agosto estuviera alertado el Ejército del Aire, o que un díscolo General, Fiscal del Tribunal Supremo, fuera fulminantemente cesado -6 meses después de su nombramiento- en el mismo Consejo de Ministros en el que se dio vía libre a ese decreto aclaratorio, con la inquietante salvedad, de que a pesar de ser tomada la decisión el mismo 3 de diciembre, el cese fuera publicado en el BOE justo después del puente, en pleno Estado Alarma. ¿Sospechoso? ¡Nooooo! Simple casualidad, por supuesto. O lo inexplicable que resulta que el presidente del gobierno se quedara en España en vez de acudir, junto a Su Majestad el Rey, a la cumbre Iberoamericana que tenía lugar esos días en Argentina. No, no cuela y espero que algún día, cuando la justicia de este país se cure de la miopía que le ha inoculado la trasnochada ideológica del gobierno, a Dios gracias, saliente, un juez honrado, sin prejuicios y justo tire de la manta y le deje a usted y a sus compinches con sus vergüenzas al aire.
Y lo que ya es para nota, es que defienda que un complejo proceso a lo largo del cual se ha demonizado ante la sociedad a un grupo profesional del que dependen las vidas de millones de pasajeros, que se le ha obligado bajo amenaza de despido a trabajar en muchos casos un 50% más de horas al año, que se le niegan derechos fundamentales que tienen otros compatriotas, se le quita su convenio colectivo, se le niega el Estatuto de los trabajadores, se le prohibe tener días libres o se le obliga a devolver a la empresa los días de baja médica -hasta por maternidad, ¡manda bemoles!-. Como digo, lo que ya es para nota, es que tenga usted la caradura de decir que la seguridad estaba garantizada por el simple hecho de que tanto estropicio estuviese bendecido por la avestruz conocida como Agencia Española de Seguridad Aérea, como si esa institución tuviese alguna credibilidad dada su inoperancia demostrada en tantos asuntos.
Mire señor Lema, nadie pone en duda que Aena fuera antes de su llegada una casa de lenocinio en algunos aspectos -y no sólo en Navegación Aérea-, pero se trabajaba a gusto, el tráfico salía adelante, la puntualidad era más que aceptable, las compañías ahorraban costes y la seguridad aérea era hasta buena. Pero después del latrocinio que usted ha perpetrado, la puntualidad se encuentra en los niveles más bajos de Europa, los controladores trabajamos sin entusiasmo en una labor tan peculiar como es la nuestra, las compañías aéreas han visto como crecían exponencialmente sus costes por las demoras y el gasto extra de combustible, los billetes de avión siguen costando lo mismo, si no más, y la seguridad de los pasajeros está más amenazada que nunca. Ese es su legado, esa ha sido su estupenda gestión. Y si de algo es ejemplo la misma, si algo deben aprender los máximos ejecutivos de las empresas esas a las que usted se está en falsa apariencia postulando, es a cómo no deben hacerse las cosas, especialmente si la vida de las personas puede verse amenazada.
Usted ha sido un tirano en la acepción más pobre del término. Un sociópata al que le ha importado un güevo saltarse las leyes y los derechos laborales, constitucionales e individuales de sus empleados para conseguir su objetivo cayera quien cayera. Aunque fuese de allí arriba…
Para no echar ni gota es que después de párrafos y párrafos infumables en los que nos llama de todo menos guapos, termine su monólogo reconociendo que los controladores aéreos somos «un colectivo importantísimo para Aena y para el país». Pues qué quiere que le diga, que parece un poco tarde para decir semejante gilipollez. O que nunca confunde «el colectivo de controladores con el sindicato de controladores». Mire usted, el sindicato USCA -al que yo no pertenezco, por cierto- se habrá equivocado en su planteamiento de hacia dónde debía ir el colectivo y estado algo cegato, pero no ha hecho nunca nada diferente de lo que habrían hecho otras organizaciones sindicales por la defensa de los intereses laborales de sus afiliados. ¿Es eso reprobable? ¿Es eso justificación moral suficiente para sumir a un país atenazado por el paro y la crisis económica y olvidado por su gobierno en el más absoluto caos aéreo y humano del que se tienen noticias en España y en Europa?
Si Aena ha estado gobernada durante años por pusilánimes incompetentes más preocupados por contentar al político de turno y por su futuro personal, que por el bien de la empresa como era su obligación, eso no es culpa de nadie más que de ellos. Pero usted es aún peor porque se ha asociado con un ministro que, además de ser un indigente intelectual, ha ido de gasolinera en gasolinera a ver lo que podía pillar después de acusarnos de vagos, ladrones y privilegiados. A ver si él tiene ahora los santos reaños de repetirlo.
Así mismo, menciona usted en su autoentrevista que al ser los controladores en Senasa los profesores y los examinadores controlaban el acceso a la profesión, como argumentando una causa más para hacer la barbaridad que ustedes hicieron. Pero no cae en la cuenta, de que la tasa de suspensos era la más baja de entre los centros de formación de controladores de Europa y que también son controladores quienes en la actualidad forman y examinan en los centros de control a quienes están expulsando de sus torres gracias a su magnífica liberalización de la provisión del servicio. De modo, que si lo que comenta usted fuera cierto en estos momentos esos controladores desterrados deberían estar siendo suspendidos y enviados de vuelta, cosa que no está sucediendo porque quizás, solo quizás, los controladores aéreos somos más profesionales de lo que usted pretende dar a entender.
A continuación, se mete usted en un charco de lodo al asegurar de forma taxativa que España cumple con los requisitos del Cielo Único. Pero eso es mucho decir porque desde Europa le han tirado más de una vez de las orejas. Veamos un par de cuestiones.
Para empezar, las tasas aéreas españolas no han sido nunca las más altas de Europa. Por encima estaban las del Reino Unido y Eslovenia debido a que tienen establecido el cobro de IVA. Y usted lo sabe. Aquí debo recordarle el episodio en el que el ministro de Fomento, creyéndose Robin Hood, afirmaba sin despeinarse, dando saltitos de autoafirmación y haciendo uso de la más deleznable demagogia, que la bajada de tasas por el recorte de nuestros sueldos llevaría aparejada una reducción en el precio los billetes de avión, cosa que, como usted bien sabe, no se ha producido ni se producirá porque ese monto ha ido destinado a reducir la ingente deuda financiera de Aena generada por lo que usted y toda España ya sabe. Otra mentira. Es más, si la intención real hubiera sido esa, a pocos cálculos que haga la rebaja media por pasajero sería de ¡36 céntimos! Todo un capital.
Para continuar, no es cierto en absoluto que España cumpla los requisitos del Cielo Único. Porque mire usted por donde, el Comisario de Transportes de la UE, Mr. Sim Kallas, acaba de manifestar que España se encuentra lejos de cumplir los objetivos marcados de capacidad y gestión, y deja entrever lo que interpreto como una probable intervención para poner orden en la navegación aérea española. Ahora comprendo por qué dedica usted tan poco espacio a tratar este tema y se pierde en generalidades. Porque el objeto no es otro que engañar a quien se aventure a leer su panegírico empresarial.
Observo con satisfacción, no obstante, que deja claro que Aena no depende de los Presupuestos Generales del Estado y, por tanto, que no se financia de los impuestos de los españoles. Justo todo lo contrario del mensaje que nuestros conciudadanos tuvieron que aguantar de usted y del ministro de Fomento durante meses. Pero claro, había que soliviantar al personal y no encontró mejor forma que decirles que de sus famélicos bolsillos salía nuestro estupendo sueldazo. Toda una maquiavélica maniobra digna del mismísimo Goebbels, el jefe de propaganda de Hitler, y otra mentira más en su haber.
Y en relación con eso de que «Estamos trabajando para que los controladores se integren de nuevo en la empresa y vuelvan a sentirse orgullosos de trabajar en Aena, y que la sociedad valore su trabajo». Primera noticia que tengo. Aunque conociéndole puede ser que se refiera al «incentivo» que supone que AESA haya abierto hace unos días expediente a los controladores afectados por su cierre patronal amenazándoles con multas que rondan los 225.000 euros. Pero continúo leyendo y hallo inmediatamente la respuesta: «La mejor manera de conseguirlo es a través de una labor eficiente, seria y respetuosa con los derechos de los ciudadanos y de las compañías aéreas». O sea, que su «trabajo» para reinsertarnos en la empresa y en la sociedad pasa por que hagamos el trabajo que tan ricamente hacíamos antes de que usted viniera a tocarnos las narices. ¡Vaya tela!
Cuando usted por fin se vaya lo hará con el dudoso mérito de haber dejado a Aena para el arrastre en la forma de enormes demoras, seguridad aérea a la baja, una sospechosa privatización frustrada, mayores costes para la compañías aéreas, una selección profesional más basada en la pasta que en las capacidades individuales, una liberalización de torres de control más que cuestionable y una plantilla de controladores insultada, socialmente desprestigiada y profesionalmente desmoralizada. Por no mencionar la chapuza operativa del AFIS o del SDP de Barajas para ahorrarse el chocolate del loro, aunque ambas en beneficio de quien usted ya sabe. En definitiva, que además de habernos dado a los controladores y a nuestras familias por el mismísimo, el resto lo deja usted tan diezmado como una calle tras el paso de la kale borroka. Vamos, que su sucesor se va a encontrar un panorama más desolado que la superficie de Marte.
Por lo demás, yo le acuso a usted, al ministro de Fomento, a la AESA y a la DGAC de haber atentado contra la seguridad del tráfico aéreo y de los pasajeros desde que todo esto empezó, dado que su negligente actuación ha llevado a que durante el año 2010 se haya producido cada semana en los cielos españoles una cuasicolisión. Hecho este que usted desprecia cuando manipula los datos a su antojo para no responsabilizarse de nada. Por cierto, ¿dónde están los preceptivos análisis de riesgos que según la ley hay que llevar a cabo en relación con las medidas que estaban todos ustedes tomando contra mi colectivo y, por extensión, contra los pasajeros? Lo digo, porque hace unas semanas todas las organizaciones profesionales españolas de controladores aéreos se los solicitamos a usted por escrito para incorporarlos al expediente que tiene abierto la Comisión Europea y aún no se ha dignado a responder.
En fin, que como no hay mejor defensa que un buen ataque y viéndose ya acorralado por la realidad inmutable de los hechos y la pesada carga de las sospechas -porque usted conciencia no tiene-, y a la vista del atolladero en el que ahora se encuentra su socio el ministro por su desmedida ambición y su cabeza de chorlito, se pasea de aquí para allá buscando quien le lance el último salvavidas de ese Titanic en el ha convertido con su gestión a Aena.
Y ya para concluir -porque nada más lejos de mi ánimo que quitarle tiempo de su labor evangelizadora-, como no se me olvida que aún es usted mi presidente y que, por tanto, debo, mal que me pese, el debido respeto y consideración a su cargo, déjeme que respetuosamente me despida de usted deseándole lo mismo que le sucedió al Coronel Custer en la Batalla de Little Big Horn a manos del jefe Sioux Tasunka Witko, más conocido como Caballo Loco. Que lo disfrute. Yo pienso hacerlo. Quizás entonces pueda recuperar la dignidad arrebata, el entusiasmo por mi trabajo y la ilusión por mi vida.
Sin otro particular, queda suyo afectísimo