Falsedad en pendrive público
Actualidad Aeroespacial. Lunes 13-02-2012
La ministra de Fomento, Ana Pastor, ha contado la pasada semana que el Gobierno anterior le ocultó las cuentas reales, la ingente deuda de 40.000 millones de euros que heredaba con el Departamento y que sólo lo descubrió cuando empezó a profundizar un poco en esas cuentas. Es decir, que la engañaron, que falsearon la realidad de la contabilidad del Ministerio y le contaron un cuento.
“Es un Ministerio de muchos cuentos y pocas cuentas. En el pendrive que me dieron en el traspaso de poderes -y tengo guardado- no venían todas estas cuentas”, ha dicho la ministra de Fomento.
Un pendrive -ya saben ustedes-es un dispositivo minúsculo, portátil, de almacenamiento de documentación que utiliza una memoria flash para guardar datos, información, etc. Estos dispositivos realizan las operaciones de lectura o escritura de los medios o soportes donde se almacenan o guardan, lógica y físicamente, los archivos de un sistema informático.
“Sobre un Ministerio se pueden dar hasta 200 pendrives, contando de todo: estructura, plantilla…», ha dicho la ministra, para concluir que entre toda esa información «no constaba la deuda del Departamento. Aquí nadie había sacado la calculadora ni había hecho las cosas con seriedad y rigor».
Dentro de ese «gran agujero», que supone el 3% del PIB español, Pastor ha destacado la deuda de Aena que, por ahora, según confesó la ministra el pasado jueves a la Comisión de Fomento del Congreso de los Diputados, asciende a 15.000 millones de euros. Eso por ahora, porque ya ha dicho la ministra que “han empezado a profundizar un poco”. El día anterior, ante el Peno de la Cámara Baja ¡sólo había descubierto 14.000 millones!, lo que ya superaba en 1.000 millones la verdad oficial de las cuentas de Aena publicadas en el BOE pocos meses antes. De seguir profundizando, el agujero puede convertirse en la oquedad total, el vacío.
En efecto, el pasado 20 de octubre el Boletín Oficial del Estado publicaba las cuentas de Aena correspondientes al ejercicio anterior, según las cuales, la empresa pública dependiente del Ministerio de Fomento tuvo un resultado negativo con unas pérdidas de más de 157 millones de euros, elevando su deuda total a más de 13.071 millones de euros, 812 millones más que en el año inmediatamente anterior, el 2009, lo que supuso un incremento superior al 6,6%.
Ello no fue óbice para que el entonces titular del Departamento, José Blanco, contagiado del optimismo antropológico de su presidente, profetizara a bombo y platillo: “Aena entrará en beneficios en 2011, cinco años antes de lo previsto”, según avanzó el viernes 11 de noviembre el ministro de Fomento y portavoz del Gobierno en la rueda de prensa posterior a la reunión del Gabinete. No contento con eso, un mes después, tras el postrer Consejo de Ministros de la era Rodríguez Zapatero, Blanco, sin que se lo pidiera nadie, hizo balance y ditirambo de su gestión: “Si me preguntan por aciertos, y siendo el ministro de Fomento, diré que uno de los aciertos importantes que ha adoptado este Gobierno fue la reforma del control aéreo, que nos ha permitido reducir los costes de navegación el 50%, que nos ha permitido bajar las tasas aéreas de navegación el 15% y que nos ha permitido una cosa más importante, que es que la previsión de entrada en beneficios de Aena, que estaba inicialmente prevista para el año 2016, se haya anticipado a este año 2011. Por lo tanto, es un ejemplo de eficiencia, de decisión, de determinación y de lo que me siento orgulloso”.
Era sólo una semana antes de que entregara a su sucesora, Ana Pastor, el relevo, la cartera y el pendrive con los cuentos del Ministerio, según denuncia ahora la ministra. Pero, ¿cómo se puede ocultar en un minúsculo pendrive una deuda de 40.000 millones? ¿Cómo se puede tapar un agujero semejante? ¿Cómo se entiende que una deuda de 13.000 millones de euros como la de Aena publicada en el BOE se haya incrementado hasta los 15.000 millones de euros en solo un año que, dicen, obtuvo beneficios? Alguien debería explicarlo urgentemente a la opinión pública, al Parlamento y a los jueces. ¿Cuál es de verdad la deuda de la entidad pública gestora de los aeropuertos y la navegación aérea? ¿Qué cuentas son esas que devienen en cuentos para no dormir porque nos cuestan a todos y, de hecho, ya hemos empezado a sufrirlas con el incremento de impuestos?
Cuento es, según el Diccionario de la Lengua Española, “una relación, de palabra o por escrito, de un suceso falso o de pura invención; narración breve de ficción; embuste, engaño”. Y ocultar es “esconder, tapar, disfrazar, encubrir a la vista; callar advertidamente lo que se pudiera o debiera decir, o disfrazar la verdad”. Es decir, según la docta Real Academia, todo ello es sinónimo de falsedad: “falta de verdad o autenticidad; falta de conformidad entre las palabras, las ideas y las cosas; delito consistente en la alteración o simulación de la verdad, con efectos relevantes, hechas en documentos públicos o privados, en monedas, en timbres o en marcas”. A lo que se puede añadir: “o en pendrive”.
Nuestro Código Penal en sus artículos 390 y 391 tipifica y penaliza el delito de falsedad documental: “Será castigado con las penas de prisión de tres a seis años, multa de seis a veinticuatro meses e inhabilitación especial por tiempo de dos a seis años la autoridad o funcionario público que, en el ejercicio de sus funciones, cometa falsedad: 1. alterando un documento en alguno de sus elementos o requisitos de carácter esencial. 2. simulando un documento en todo o en parte, de manera que induzca a error sobre su autenticidad. 4. faltando a la verdad en la narración de los hechos”. Y añade: “La autoridad o funcionario público que por imprudencia grave incurriere en alguna de las falsedades previstas en el artículo anterior o diere lugar a que otro las cometa, será castigado con la pena de multa de seis a doce meses y suspensión de empleo o cargo público por tiempo de seis meses a un año.
La obligación de denunciar los delitos públicos viene contemplada en la Ley de Enjuiciamiento Criminal en los artículos 259 a cargo de toda aquella persona que presenciare los hechos, y específicamente el 262 contempla la obligación de quienes “por razón de sus cargos, profesiones u oficios tuvieren noticia” de ese mismo tipo de delitos, y para los supuestos residuales el 264, que además puntualiza “sin que se entienda obligado por esto a probar los hechos denunciados ni a formalizar querella”. En los casos previstos en el artículo 262, el incumplimiento de la obligación podría traer aparejada la comisión del delito tipificado en el artículo 408 del Código Penal: “La autoridad o funcionario que, faltando a la obligación de su cargo, dejare intencionadamente de promover la persecución de los delitos de que tenga noticia o de sus responsables, incurrirá en la pena de inhabilitación especial para empleo o cargo público por tiempo de seis meses a dos años”.
¿Quién es, entonces, el responsable aquí: el que cuenta los cuentos y oculta las cuentas o el que lo descubre pero no lo persigue ni exige responsabilidades? ¿O ambos? La cuestión no es baladí. Estamos hablando de un agujero sólo en un Ministerio, en el de Fomento, de un boquete de 40.000 millones. Y, concretamente, en Aena, de 15.000 millones, 2.000 millones más de los 13.000 que se nos dijeron en el documento oficial llamado BOE el pasado mes de octubre. Esto no es un Ministerio, es un misterio, ¡un queso de Gruyère!
¿Pero qué se ha hecho? ¿Quiénes son los responsables de estas cuentas-cuentos? Porque, que se sepa, en el Ministerio, salvo la ministra y los pocos altos cargos, no se ha relevado a nadie de sus puestos. Y en Aena, menos; sólo se ha nombrado a su presidente. No se ha informado de lo contrario. Al parecer, la dirección de aeropuertos, la de navegación aérea, la dirección comercial, la económica financiera, etc. todo sigue, al parecer, en las mismas manos que seguramente -es un suponer- elaboraron las cuentas que fueron al BOE hace poco más de tres meses y a los que supuestamente incluye Ana Pastor cuando dice “aquí nadie había sacado la calculadora ni había hecho las cosas con seriedad y rigor». Probablemente son los mismos que habrán echado mano en estos momentos a la hoja de cálculo y se han aplicado seria, rigurosamente, a contabilizar los datos del Departamento y sus múltiples entes públicos hasta descubrir el descubierto, el descuadre nada pequeño de 2.000 millones de euros. Uno no se imagina a la ministra calzándose los manguitos y la visera de contable clásico y examinando y repasando uno por uno los papeles, facturas, recibos y órdenes de pago para descubrir un día que la deuda ha crecido 1.000 millones más y otros 1.000 millones al día siguiente.
¿Quién acabará cuadrando ese descuadre que es como pretender la cuadratura imposible del círculo vicioso en forma de agujero negro de Aena y de todo el Ministerio de Fomento? ¿Quién o quiénes serán los culpables de ese enorme descuadre y quiénes los responsables por no denunciarlo ante la Fiscalía General del Estado para la depuración de responsabilidades?
Seguramente, los hechos darán la razón a Marshall McLuhan cuando sentenció: “el medio es el mensaje” y se acabará “matando al mensajero”. Evidentemente, 40.000 millones no caben en un minúsculo pendrive. La culpa fue del Cha cha cha, como cantara Gabinete Caligari. La informática no es inocente. El pendrive es culpable y, además, no tiene opción posible de defensa. La responsabilidad es, pues, de ese ínfimo dispositivo de almacenamiento de memoria que el Gobierno socialista entregó a la actual ministra y que ella ha guardado celosamente para contárnoslo a todos.
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