Consejeros voraces y animales mitológicos
John White
Se atribuye a Maria Antonieta la frase «pues que les den pasteles» cuando alguien alertó de que el pueblo no tenía pan. Ese distanciamiento de la realidad social sigue totalmente presente 300 años después, a pesar de que ahora la guillotina solo sale en las películas.
Existen varios modelos de organización empresarial. Nadie pone en duda que una empresa debe saber adaptarse a los tiempos y ser competitiva o perecer víctima de su propia obsolescencia. Pero más allá de los discursos simplistas, populistas y trasnochados sobre el empresario bueno o el empresario malo, la ambición y el egocentrismo operístico de algunos personajes encorbatados, reflejo de un individualismo cortoplacista y una absoluta ingratitud frente a los que simplemente trabajan para mejorar su propia empresa, las acaba destruyendo. Analicemos el perfil de algunos que han hecho de su capa un sayo y han hundido las empresas que mandaban.
La voracidad y la codicia de algunos directivos, que solo persiguen un enriquecimiento personal rápido a costa de todo lo demás, suele terminar en sonoros escándalos empresariales. España anda muy sobrada: Mario Conde con Antibióticos S.A., los Albertos con torres KIO y Urbanor, Ruíz Mateos con Rumasa, Gerardo Díaz Ferrán y Gonzalo Pascual con Air Comet y Viajes Marsans, y más recientemente el abrupto cierre de Spanair – que incomprensiblemente seguía volando aún estando quebrada- son algunos ejemplos.
El conflicto actual en Iberia es un caso más de demolición empresarial en el que sus consejeros se han subido descaradamente el sueldo, tienen contratos blindados y sin embargo cargan contra los pilotos de la compañía.
Los trabajadores de todas estas empresas muy probablemente habrán ido a la huelga en algún momento cuando descubren que se está troceando la compañía y se acabarán quedando sin empleo. Es entonces cuando surgen algunos tertulianos palmeros, seguramente a sueldo de aquellos que pretenden consumar el expolio, tildando a los trabajadores de privilegiados, chantajistas, facinerosos y demás epítetos por lo general poco originales que llaman al sustrato de odio más asentado en la sociedad española: la envídia. Se pretende generar un clima de opinión contrario a los trabajadores y culparles de una merma de la producción o una fractura de los servicios esenciales. Y raramente la prensa entra en el fondo de la cuestión, que pasa así totalmente desapercibido. Es entonces cuando el pelotazo se consuma, la empresa se va al garete, sus trabajadores al paro, la economía nacional por el retrete y el digno consejero se retira a jugar al golf en Sotogrande con los bolsillos bien llenos y sin ninguna responsabilidad.
Es solo a posteriori cuando la sociedad y la prensa se llevan las manos a la cabeza una vez ha estallado el expolio, probablemente para vender más periódicos con el escándalo y para hacer caldo gordo en peluquerías, cafés y demás mentideros, en un círculo vicioso que no evitará la siguiente destrucción de una empresa de la que comían miles de familias. «Que malo era fulanito de tal, que quebró la compañía». Pero ya es demasiado tarde.
Sin pretender una comparación exhaustiva, recordemos ahora que está de moda lo argentino por la nacionalización de YPF que durante la dictadura de Videla decenas de miles de personas fueron masacradas por la junta militar con el beneplácito de lo más granado del empresariado bonaerense. Hoy en día no es necesaria una junta militar. Existen otros recursos como la manipulación mediática.
Afortunadamente también hay casos, tan poco frecuentes como los animales mitológicos, en los que los pelotazos de consejo de administración son cercenados a tiempo. El Gobierno finlandés ha despedido a la plana mayor de Finnair, que sin temblarles el pulso aprobaron el pago de sus sobresueldos en una absoluta “falta de transparencia exigible a las compañías públicas” (palabras de la ministra Heidi Hautala).
Lo que trae a colación el asunto de la Ley de Transparencia. ¿Alguien sabe cuanto han cobrado aquellos directivos y consejeros que llevaron a la bancarrota empresas públicas como Aena, con una deuda actual de 14.000 millones y que han simultaneado sillón en varios consejos a la vez? Es más, ¿a qué clase de responsabilidades patrimoniales y/o judiciales deberían enfrentarse por su demenciada gestión? ¿Acabarán volatilizando otra empresa en cuyo consejo de administración ocupen vacante?
Aena se acabará privatizando, trufada con una salida a bolsa cuando el beneficio sea el esperado. Pero mientras tanto nos suben las tasas aeroportuarias desmesuradamente, muy probablemente para endulzar el caramelo a Ferrovial y Abertis cuando pasen por caja. Y sin embargo no ha quedado claro cual será el destino de esta subida de tasas, que dudo mucho se destine a pagar la abultada deuda de la entidad. Aena, con 49 aeropuertos faraónicos de los que solo 9 dan beneficios, se debería autofinanciar. A nadie le gustaría que la deuda de Aena acabase engrosando el déficit público no sea que la Merkel monte en cólera.
Si queremos vender con credibilidad una «marca España» y salir de la crisis, hay que empezar por llamar al orden a estos consejeros voraces que no se enfrentan a responsabilidad alguna. Es necesario un cambio de paradigma. Y de nada sirve que un monarca pida perdón – lo que le honra – cuando ex-ministros saltan de consejo en consejo cobrando más de 6.000 euros por veinte minutos de somnolencia, dos «cafelitos» y mucho autobombo. A ver si somos un poquito más serios y buscamos los elefantes donde realmente están.
Unas cuantas referencias para el lector inquieto.
http://elextrados.blogspot.com.es/2012/04/iberia-confesion-de-parte.html